LA VENTAJA de estudiar el mundo griego antiguo es que es excesivamente contemporáneo. Cuando el griego desaparece de los planes de estudio, la palabra que lo designa solo aparece ya en la prensa dentro de las secciones de ofertas de servicios sexuales. Es lo que hay, pero esto nos permite comprender por qué el estudio de la homosexualidad, una realidad humana muy compleja así designada a partir de la segunda mitad del siglo XIX, fue desde hace un par de siglos una preocupación de los historiadores del mundo griego, en el que el sexo entre hombres gozó de cierta aceptación social y tuvo reconocimiento literario y filosófico, aunque no así el sexo entre mujeres, solo reflejado en los poemas de Safo de Lesbos, isla que dio nombre al cultismo lesbiana. Hay numerosos libros sobre la homosexualidad o bisexualidad griega y en menor medida romana, y a través de ellos y de todo un campo de estudios denominados en el mundo anglosajón "gay and lesbian studies" podemos conocer hoy un poco de lo que fueron a lo largo de la historia las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo.
De esta manera empieza el artículo que en El Correo Gallego escribió un catedrático de Historia, llamado Jose Carlos Bermejo. El resto del texto, a continuación, pues es una "visión interesante"...
Si tuviésemos que hacer un balance histórico de las personas que estuvieron orientadas sexualmente hacia otras de su propio sexo tendríamos que escribir más una tragedia que una comedia. En la Roma antigua el sexo entre hombres formó parte de las relaciones entre amos y esclavos y se entendía como un ejercicio de sumisión de la persona pasiva ante la activa. Desempeñar el papel pasivo se entendía como degradante, y solo un supervarón como Julio César, del que se decía que era "el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos" podía ser disculpado por ejercer ese papel.
A partir del Código Teodosiano, la sodomía término con el que se designó la homosexualidad, pasó a ser considerada un delito punible con la pena capital. Y a lo largo de las Edades Media y Moderna muchos "sodomitas" murieron en la hoguera, junto con brujas, herejes y criptojudíos.
Y es que la historia de la homosexualidad no fue precisamente un camino de rosas. Considerada como pecado o vicio (vicio es el hábito de reincidir en el mismo pecado), atestiguada desde los primeros textos de los concilios, fue alternativamente objeto de tolerancia o represión, según las épocas y circunstancias y según las clases sociales, pues los vicios de los que mandan pueden ser tolerados, mientras que los de los débiles no.
Primero fue un vicio, luego enfermedad, ahora solo es una parte de la realidad. Pensemos que en las clasificaciones psiquiátricas hasta comienzos de los años setenta del siglo XX la homosexualidad se consideró una patología psiquiátrica, como la consideraban equivocadamente S. Freud y muchos psicoanalistas y psicólogos conductistas. Y fue en nombre de esa otra etiqueta como muchos hombres y mujeres fueron internados por orden judicial, torturados con electroshocks, medicados con hormonas, mutiladas las mujeres, cuyo clítoris se consideraba causa de su patología, y sometidos a tratamientos farmacológicos y de todo tipo que forman parte de la historia de la infamia psiquiátrica.
El vicio, la enfermedad o la genética -y cualquier día alguien dirá que la homosexualidad se explica por un gen, como la esquizofrenia y casi todo- han sido los estigmas de una historia de persecución, marginación y dolor fielmente retratada en uno de los primeros clásicos de la literatura lésbica, El pozo de la soledad, de Radclyffe Hall, una mujer que firmó con seudónimo.
Y en esa historia las leyes y el derecho también tuvieron su parte, como nos retrata Oscar Wilde en su De profundis y tantos otros. Esto no es para tomárselo a broma. Pero tomárselo en serio es algo más que adoptar una actitud farisaica y escandalizarse porque alguien diga una tontería, sobre todo cuando quien se escandaliza a lo mejor piensa lo mismo y solo repite eslóganes y etiquetas socialmente aceptadas.
En muchas universidades hay departamentos de "gay and lesbian studies". No conozco ninguna universidad española que los tenga. Incluso se llegó a aplicar la discriminación positiva a gais y lesbianas para puestos docentes en algunas de las universidades de la Ivy League.
No creo que nuestros omniscientes evaluadores vayan a proponer esto. No hay duda que discriminar a alguien por su condición sexual es ilegal, y en el caso de un funcionario o profesor es falta tipificada en el régimen disciplinario.
Pero una cosa es hacer esto, lo que presupone conocer la condición sexual del alumno, lo que casi nunca viene a cuento ni él o ella tienen que hacer público, y otra considerar que una opinión infundada o una creencia doctrinal, como la de la iglesia católica que en su moral considera un pecado el sexo entre personas del mismo sexo, o de diferente sexo si es fuera del matrimonio, puede ser objeto de sanción disciplinaria, si ello no está tipificado como delito, como es el caso de la apología del terrorismo, o la negación del holocausto, que lo fue en España, pero ya no lo es, desgraciadamente.
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