“Vamos a perder los objetivos si les damos ámbito para su guerra de guerrillas a trans, proxenetas, puteros y compradores de niños. Aquí ni se negocian los derechos humanos, ni se discuten. Que se peleen entre ellos, que es lo que quieren que hagamos nosotras”
Partido Feminista (España, en pleno s.XXI)
De que las TERF son un cáncer social, no nos cabe ninguna duda. La que os escribe descubrió el feminismo transexclusionista hace ya tiempo, en ciertas páginas de Facebook en las que estos seres derramaban y aún siguen derramando su odio ridículo en un torrente de comentarios y memes que no tienen nada que envidiar a la ignorancia y garrulez de cualquier usuario de las paginas de VOX o forocoches. Argumentos marcianos e incongruentes, tales como ése de que las mujeres transexuales somos “hombres disfrazados que se quieren infiltrar entre nosotras para dinamitar desde dentro el movimiento feminista”. Las personas trans somos agentes encubiertos del patriarcado. Eso dicen y eso creen, de verdad. El tema sería del todo de risa, si no empezase a ser de verdad preocupante.
Preocupante no porque estas señoras que predican a los cuatro vientos esta extraña forma de “luchar por los derechos de las mujeres” puedan llegar en algún momento a significar un peligro relevante para las personas de nuestra comunidad trans ni las de ninguna otra, sino por todo el significado social que revela el actual auge en algunos países de este fenómeno irracional. Irracional, porque vivimos en una sociedad irracional. Irracional, porque siempre se busca una cabeza de turco a nuestras desgracias, una pretendida “antítesis” que sirva para resaltar nuestra “diferencia y superioridad”, y que siempre se acaba encontrando. Irracional porque en este momento de nuestra historia cualquier tesis, reivindicación o acusación que por su estupidez podría pasar perfectamente por un monólogo de El Club de la Comedia pero sin gracia se puede convertir en el lugar y el contexto adecuado en un martillo arrasador contra los derechos humanos. Un cáncer social acogido, devorado y fagocitado por una ciudadanía que ha sido educada del todo intencionadamente como ovejas sin espíritu crítico. Una multitud convertida en masa. Y ya sabemos que la masa es estúpida, y en este caso lo quiere seguir siendo. Porque la ignorancia es el camino más fácil, ¿Verdad?
El ejemplo de esta estupidez lo personifican perfectamente las “feministas” TERF. Un feminismo dogmatico y vacío, acorde con este mundo de hashtags, memes y eslóganes. Pero también podríamos hablar del actual auge de la ultraderecha, de los nacionalismos microscópicos o los integrismos religiosos, todo ello bien avanzado ya este siglo XXI. Movimientos todos caracterizados por su individualismo, supremacismo y discriminación contra ciertos sectores de la sociedad. Todos iguales, y exactamente lo que aparentan: nazismo en estado puro.
Que quede claro que la locura TERF no viene de ahora. El orígen de esta corriente discriminatoria se remonta a los 80 en los EEUU. Después de cierto auge durante la presidencia conservadora de Ronald Reagan y provocar un importante recorte de derechos contra la ciudadanía trans, de repente parecen desaparecer y su influencia diluírse poco a poco. ¿Qué había pasado? Pues simplemente que salieron a la luz sus coqueteos con ciertos sectores de la ultraderecha, algo que se veía venir ya que son exactamente lo mismo, y que provocó el rechazo de una amplia mayoría del movimiento feminista en EEUU. Por cierto que la palabra TERF (Feminismo Radical Trans Excluyente), una denominación que a ellas les irrita pero que las define perfectamente, no la hemos creado las personas trans, como las mismas TERF gustan decir... Su nombre fue creado por las verdaderas feministas radicales en un afán totalmente lógico de diferenciarse de ellas. Y las razones quedan muy claras.
Las TERF hacen gala de un biologicismo exagerado con el que gustan cargar contra las mujeres trans. La palabra vagina siempre está en su boca, y cuando las escuchas da la sensación de que la mujer es una vagina con patas, visión netamente machista que ellas esgrimen como el colmo del feminismo más avanzado. En su vagina “natural” reside su verdadero poder y superioridad, haciendo valer con ella su carta de “autenticidad”. Ellas y sólo ellas son verdaderas mujeres, por lo tanto las mujeres trans somos las falsas. ¿Porqué? Porque les sale del coño.
También se les llena la boca hablando de la transexualidad como una conspiración del “lobby médico y farmacéutico” (otro lobby. Y van...) para aprovecharse de las pobrecitas e ignorantes personas trans. Para ellas nosotros no somos otra cosa que imprudentes “hombres y mujeres castrados”, víctimas de sus “carnicerías” y “ensañamiento terapéutico”. Por no hablar de los “terribles efectos” de los tratamientos hormonales que, eso sí, nosotros nunca hemos sufrido... Barbaridades seudocientíficas y literatura de miedo barata con la que podréis flipar en una noche de tormenta si sentís curiosidad, o directamente indignaros y mucho, si entrais en alguna de sus páginas y os encontráis con su rastrera negación y tergiversación de la transexualidad infantil. Burdos intentos de desacreditación de nuestra condición y salud mental, unidos a un afán de “protección” que da hasta risa. Eso sí, nunca las escucharéis argumentar sobre los efectos destructivos de la quimioterapia en las personas con cáncer o en su momento del AZT... claro, porque su propósito es otro y muy distinto.
A veces incluso se ponen tiernas e intentan convencernos entre arrullos bienintencionados de lo innecesario que es nuestro tránsito y que nuestros cuerpos ya están bien como están... La vida es muy bonita, llena de florecitas y todo es maravilloso. Y ahí es cuando nos intentan “aclarar” que el mismo concepto de transexualidad es un “lavado de cerebro que nos hacen a las personas trans para perpetuar el binarismo y por tanto los roles de género de nuestra sociedad heteropatriarcal”. Las podréis escuchar incluso defendiendo la abolición de los géneros. Entonces vale, para ellas el binarismo es malo. A ver... ¿No son éstas las mismas señoras que exhiben su vagina por todas partes para exaltar su diferencia?¿Pero qué nos están vendiendo? Anda ya...
Cuando, aparte sus torpezas, intentan ser honestas y nos confiesan sus verdaderas razones para intentar desacreditar o hacer desaparecer la transexualidad, la cosa es mucho peor. Tal y como han señalado en múltiples ocasiones estas pretendidas “abolicionistas del género”, lo cierto es que las TERF necesitan que existan únicamente dos géneros, necesitan del sempiterno binarismo-oposición para mantener la claridad en su campo de batalla. Como “infiltración patriarcal” dentro del movimiento feminista, las personal trans perturbamos ese orden natural de las cosas y entónces el para ellos “enemigo”, ese constructo de macho sempiterno, comienza a desdibujarse... Las TERF prefieren suprimir o negar la existencia, condición y derechos de una gran parte de la ciudadanía con tal de mantener esa idea de lo que es su lucha... sacrificar el ser humano a sus conceptos abstractos de lo que “debería” ser correcto. Las personas trans no cabemos en este esquema “feminista” de las cosas. Totalitarismo y supremacismo... Sieg Heil!
¿Y cuál es la consecuencia de todo esto? Mientras la injusta y extraña impunidad de la que goza en estos momentos para cualquier cosa la marca feminismo siga arropando el cáncer TERF, ellas, conscientes de ello o no, le hacen ahora mismo el trabajo más sucio a la ultraderecha. ¿Y qué hace la ultraderecha? Cada día vemos cómo se crece poco a poco. Y es esa ultraderecha ya sin máscaras, la de toda la vida, la que da miedo y asco a la vez y nos hace recordar aquel texto que nunca escribió Berthold Bretch. Argumentos aquí antes amparados en una cruz y una mantilla y que ahora lo son en una vagina... seamos políticamente correctos, qué más da que se hunda el mundo.
Mientras tanto, el otro feminismo calla. El feminismo pretendidamente legítimo, el de la integración y la unidad, permanece en un inexplicable silencio. Muy pocas voces y muy tímidas son las que se alzan contra esta plaga que, hoy por hoy, las está fagocitando poco a poco. Un feminismo sumido en una utópica “4ª Ola”, cuyos presupuestos permiten y alientan que esto ocurra. Hace unos días, en conversación con una buena amiga y militante feminista, ésta me confesaba su preocupación ante la progresiva desunión y confrontación dentro de este movimiento. Lo cierto es que es sólo su responsabilidad decidir si son o no recordadas como el baluarte de defensa de los derechos humanos que siempre las caracterizó, o pasar a la historia como la generación que pervirtió y desnaturalizó al movimiento feminista. Está claro que las TERF no son feministas, y desacreditan ante la sociedad la verdadera lucha por los derechos de la mujer. Entonces, ¿Porqué las verdaderas feministas, las que se supone que son mayoría y deberían hablar, permanecen calladas?¿Porqué no se pronuncian, sobre todo en este momento en el que el único Partido Feminista que existe en España se declara abiertamente TERF?¿Miedo?¿Prudencia?¿Corrección política?¿O (no lo quiero pensar) unas agitan el árbol y otras recogen las nueces? Mejor, me paro aquí.
Y ahora, yo me pregunto:¿Acaso las necesitamos?¿Necesita del feminismo la comunidad trans? Durante décadas, la lucha feminista y la trans han caminado de la mano. Nuestro adversario común sigue siendo el mismo sistema cisheteropatriarcal, pero ahora las circunstancias han cambiado. Por un lado, hemos de reconocer que nuestra lucha no es la misma, los derechos y reivindicaciones que perseguimos son muy distintos. Por otro lado, sería estúpido pretender impostar en estos momentos nuestra permanencia dentro de un movimiento heterogéneo del que una gran parte, y debido a esta nefasta influencia TERF, nos es hostil y se cuestiona hoy día nuestra presencia. Nuestra lucha es y debe ser en exclusiva nuestra, entre otras razones porque en nuestra comunidad trans no sólo existen personas de género femenino, también las hay del género masculino, entre otros. Y todas las voces deben ser iguales en importancia, y todas han de ser escuchadas.
Nuestra situación es distinta, nuestras condiciones y necesidades de vida son distintas y creo honestamente que ya es hora de aceptar con orgullo nuestra diferencia. Somos personas trans, no somos cis ni tenemos porqué serlo. Abracemos nuestra grandísima diversidad, que pone en cuestión todo el sistema binarista. Aunque las alianzas siempre deben existir, ya es hora de que la comunidad trans emprendamos nuestro propio camino. No necesitamos la muleta del feminismo, ni éste debe ser de ninguna manera guía o condicionante para la lucha trans. No somos nosotros, son sólo ellas quienes deben aclararse a partir de ahora con sus indeseables compañeras de viaje.
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02-08-2019 | nosgustas.com
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