-¿Qué rasgos se pueden mencionar respecto del pasaje a la vejez de las personas no heterosexuales?
-Sabemos poco. El cine nos ha transmitido escenas decadentes de la vejez no-heterosexual. Fijémonos en Fellini o en el Visconti de “Muerte en Venecia” o en Daniel Tinayre. Aparece un ser que envejece aislado, deprimido y desesperado. El envejecimiento traería más crisis a una personalidad que ya se pintaba conflictuada. Pero algunos estudios muestran lo contrario. Para los gays adultos mayores, la vejez no implicaría crisis, como sí ocurriría en el caso de sus pares heterosexuales. Estos, por ejemplo, cuando enviudan, tendrían que aprender a moverse solos, muchas veces sin la ayuda de los hijos, en esta sociedad de ritmo febril. Tendrían que aprender por primera vez a hacerle frente a la adversidad. En consecuencia, la crisis de entrada a la vejez sería importante. En cambio, debido a la discriminación y al rechazo familiar, los gays adultos mayores (que fueron jóvenes en los años 50, 60, 70) se vieron obligados desde siempre a moverse solos y a hacer frente a tormentas de todo tipo. Por ello, sentirían que en la vejez nada ha entrado en crisis, o al menos nada importante. Las tormentas ya pasaron. Envejecen, por así decir, “curtidos”. Están más preparados que otros para envejecer.
-¿Cómo cambia la deriva cotidiana con el correr de los años? ¿Qué pasa cuando lo erótico, que a veces es central, se apaga?
-Nos han enseñado, y mucho más a los varones, que lo erótico se centra exclusivamente en lo genital. Es más, la reputación masculina pasa la mayor parte de las veces por el capital sexual presumiblemente disponible. Horripilante pero real. La “cultura peneana” forma parte de esa ideología corporal que quita de la imaginación un conjunto de posibilidades de erotismo. Sin embargo, otra vez, los estudios dudan. Argumentan que la imaginación genitalista es más propia de los varones heterosexuales que de los gays. A diferencia de aquellos, éstos se darían maña para utilizar otras partes del cuerpo como zonas erógenas incorporando, además, instrumentos accesorios para la excitación. Y esto no es algo nuevo. Foucault en su último período estadounidense había descubierto en los bares sadomasoquistas esta “protesta” contra el reduccionismo genital en gays de todas las edades.
-¿Cómo se manifiesta?
-Se manifiesta en desenclaves espacial, relacional y representacional. El primero hace referencia al cese del uso por parte de los gays de ciertos territorios “guetificados” de la ciudad; el segundo, a la ampliación de los círculos de las relaciones sociales, y el tercero, a la diversificación del repertorio de imágenes con las que pueden autodefinirse. En el viejo régimen homosexual, al contrario, la vida de los homosexuales estaba “enclavada” en un territorio, empezaba y terminaba en relaciones entre “los del palo” y estaba regulada por predicaciones médicas, psiquiátricas y religiosas ferozmente diferencialistas.
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