Brasil es el país que tiene la comunidad católica más grande del mundo con 123 millones de creyentes por 200 millones de habitantes. Después de la JMJ de Río en 2014, el papa Francisco decía a los periodistas: “¿Si una persona es gay y busca al señor con buena voluntad, quién soy yo para juzgarla?”. Un año antes, la ley que instauraba el matrimonio entre personas del mismo sexo era adoptada y abstractamente apoyada por la Iglesia católica. Paraíso de la tolerancia pero también de la homofobia, en Brasil, la influencia de la religión no pasa por alto.
El país más grande de Sudamérica y el tercero en autorizar el matrimonio gay registra un fuerte aumento de crímenes homofóbicos. La ONG Grupo Gay de Bahía señala que la mitad de los homicidios homofóbicos en el mundo se cometen en Brasil. El 16 de julio, se dio un paso adelante con la adopción de una ley anti-discriminación por el Parlamento de la ciudad de Río de Janeiro. La influencia de la Iglesia se aprecia particularmente al momento de tomar decisiones políticas. En Brasil, las iglesias evangélicas y sobre todo las pentecostales conocen un crecimiento espectacular, al igual que en el seno del Parlamento.
El papa Francisco abrió el camino para que otros representantes de la Iglesia puedan tomar partido más libremente. En 2014, Fábio de Melo, el sacerdote estrella de las redes sociales publicaba en Twitter: “la unión civil entre personas del mismo sexo no es una cuestión religiosa, es el Estado el que decide”.
Dom Antonio Dias Duarte, obispo auxiliar en Río, recordaba que “la Iglesia brasileña, así como la Iglesia del mundo entero, se opone”. Para él, “las personas del mismo sexo que deciden vivir juntas deben ser protegidas por el Estado, como cualquier otro ciudadano; pero esta unión no debe ser asimilada a un matrimonio” reporta el periódico La Croix.
Otra decisión hecha poco después de las observaciones de Dom Antonio Dias Duarte mostraba los límites de los representantes católicos. La Iglesia confirmó la excomunión de un sacerdote acusado de herejía después de la publicación de un video en el que admite que el amor puede existir entre personas del mismo sexo, prueba de que la homosexualidad sigue siendo un tema tabú para la Iglesia católica brasileña. Ésta, de hecho, se opone fuertemente a la ley que autoriza la adopción a las parejas homosexuales.
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