Una definición que leí sobre el morbo en una ocasión fue: “El morbo es la atracción hacia lo desagradable o hacía lo malvado”. La verdad que quien escribió esa frase, a mi entender, se equivocaba de lado a lado.
El morbo, en mi forma de percibir, es un estímulo que provoca la atracción hacia la otra persona. Como una feromona traviesa que despierta en nosotros una parte del lívido, para comenzar el juego de la seducción y que ésta nos lleve a la aventura del sexo.
No hay que confundir, a mi juicio, morbo con fetichismo, del cual también sacaré el tema en su momento.
En mis años vividos, entre hombres y mujeres, he descubierto qué además de que cada uno somos un mundo, los morbos pueden pasar de lo sencillo a lo más inverosímil. Aquello que para unos resulta natural, a otros les pone a mil. Desde el olor corporal de la otra u otras personas, a los tatuajes o el ver como penetran a una persona y en ocasiones, dentro de la propia pareja, creándose los tríos.
Y así, hasta un sinfín de posibilidades.
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