Puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que en muchas de nuestras familias abordar el tema de la homosexualidad es un tabú y cuando lo deja de ser puede convertirse en una de las discusiones más tristes y espinosas, especialmente cuando la religión y el machismo han sido el modelo de vida que nuestros padres han elegido para educarnos.
Por más increíble que nos parezca, muchos papás y mamás no dudarían en asegurar que preferirían que su hijo o hija fuera de todo menos homosexual. Algunos, más osados, colocan incluso la muerte como una situación más favorable que aceptar a un miembro de su familia con una orientación sexual diferente. Entonces, nos damos cuenta que el panorama de la humanidad, sin siquiera salir de nuestras casas, no puede ser más desesperanzador, según un interesante artículo de opinión publicado en la página web eltiempo.com y firmado por el bloguero Andrés Gutierrez.
Y es que, ¿qué nos hace diferentes a nosotros de los terroristas del Estado Islámico que asesinan a homosexuales arrojándolos desde edificios, si nosotros, con biblia en mano, los llevamos a los acantilados de nuestra sociedad para que escojan entre la muerte o el rechazo?
Aunque esta parezca la historia macabra de alguna sociedad antigua, en el mundo en que vivimos hay 80 países que persiguen, encarcelan y en algunos casos condenan a muerte a los homosexuales. Es decir, un SER HUMANO debe pagar un determinado número de años en la cárcel por amar o gustar de otro SER HUMANO de su mismo sexo, o en el peor de los casos, debe morir por un sentimiento y deseo tan natural como el que existe entre un hombre y una mujer.
De los 194 países que existen en el mundo, tan solo 18 reconocen las uniones maritales del mismo sexo. En los 176 países restantes existen grupos religiosos y personas que rasgándose las vestiduras y convocando a marchas monumentales han mantenido excluidas a las personas que han decidido conformar una familia diferente. “Dios hizo a Adán y Eva; no hizo a Adán y Esteban”, rezan los homofóbicos camuflados entre los seguidores de Dios y los conservadores extremistas.
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