El lenguaje (en este caso, verbal) es una de las herramientas que tenemos para acotar en términos el mundo y aquello que lo compone. Por esto consideramos necesario comenzar la historia por la procedencia de la palabra "queer”. En su origen, allá por el siglo XVIII, "queer” servía para dar nombre a todo lo que fuera inútil, raro, o en palabras de Beatriz Preciado, "todo lo que por su condición [...] ponía en cuestión el buen funcionamiento del juego social”, según un extenso artículo publicado en la página web site.adital.com.br/
Por descontado, esto incluía a todo lo que no pudiera encajarse dentro de las categorías de hombre o mujer; es decir, queer era -y es- aquello que se escapa a la categorización binaria asumida dentro de las estructuras que han conformado los sistemas económicos y sociales basados en la opresión, hasta llegar al sistema capitalista actual.
"La teoría queer es la elaboración teórica de la disidencia sexual y la de-construcción de las identidades estigmatizadas, que a través de la resignificación del insulto consigue reafirmar que la opción sexual distinta es un derecho humano”.
En la práctica, pretende abolir las categorías tradicionales (mujer, hombre, lesbiana, homosexual,
bixesual, trans…) con el argumento de que esas diferencias acaban por separar a la gente de los movimientos LGTB ya que obedecen a las estructuras y categorías del sistema mismo. Una teoría realmente innovadora que superaba una de las carencias del movimiento LGTB.
Es frente a estas carencias que el movimiento LGTB no ha sabido superar, de donde surgen la teoría y el movimiento queer, que plantea superar estas identidades citadas anteriormente para afrontar la exclusión desde otro punto de vista. Desde esta óptica, la teoría queer abre una nueva puerta al movimiento ya que reestructuraría a toda esa capa de activistas en un solo bloque. Ésta, junto con la ruptura fulminante del "mundo de las etiquetas”, son los potenciales más relevantes que ofrece la teoría.
07-08-2014 | nosgustas.com