Hubo un tiempo en que la comunidad LGTB reclamó que la ficción representara personajes positivos que vivieran alegre y libremente sus sexualidades y sus placeres, sin represión ni finales trágicos. Fue parte de una lucha en tiempos oscuros donde gays, lesbianas y travestis eran siempre representados por más de cien años en la literatura, el cine o la televisión como monstruos, vampiros, demonios, suicidas desesperados, asesinos o sórdidos delincuentes, según un artículo firmado por Adrián Melo publicado en la página web pagina12.com.ar
La pantalla televisiva argentina recorrió un largo camino que es el que quizá le permite hoy mostrar a gais y lesbianas en las infinitas variedades del alma humana sin por eso estar mostrando incorrección política. Y también quizá por ello, la comunidad LGTBIQ puede celebrar al menos en dos producciones latinoamericanas actualmente en el aire, Rastros de mentiras y La viuda negra, el regreso de las locas malas en la ficción y las lesbianas atormentadas que llevan su pasión hasta el extremo como a veces sentimos que quisiéramos hacerlo en la vida.
Así, Rastros de mentiras (Brasil, Amor à vida, 2013-2014) retrata a Félix (Mateus Solano), un gay malísimo y neurótico que descarga la frustración sexual de un matrimonio de apariencias, maltratando a su mujer y a su hijo (en uno de los primeros capítulos, desmesuradamente enojado le rompe la patineta), y que para satisfacer sus ambiciones personales no duda en secuestrar a la beba recién nacida de su hermano y arrojarla en un contenedor de basura en un callejón (se sabe que el culebrón tiene sus excesos).
En La viuda negra (Colombia, 2014), el personaje lésbico es Susana (la sensualísima Katherine Porto), el primer amor femenino de la protagonista, la poderosa narcotraficante colombiana Griselda Blanco (Ana Serradilla), más conocida como “La reina de la coca”. Primero, hábil e independiente comerciante de bienes raíces, Susana comienza a colaborar con la organización delictiva de Griselda en su traslado a Miami. Luego, seducida por la belleza de Griselda, no puede contener su deseo apasionado y llega a extremos tales como amenazar a punta de pistola y atar a la legendaria narcotraficante para poder besar su cuerpo; o, al no poder conquistarla, pasarse en venganza al cartel enemigo de Griselda para destruirla.
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