Un libro, un simple libro hizo que cambiara su filosofía de vida. Mejor dicho, el primer párrafo de un libro, del cual no recuerda el nombre, ni las palabras exactas, pero sí el significado de lo que el escritor quiso decir: “Los heteros primero hablan y luego follan, y los gais, primero follan y luego hablan”.
Y aunque suene a tópico, hasta la aparición de las aplicaciones de contactos esto era real.
Jorge buscaba sexo en los bares gais. Era sencillo. Entraba, se pedía su bebida, miraba al hombre que deseaba, y en la mayoría de las ocasiones, una pequeña sonrisa y un ligero roce con la mano cerca de su entrepierna indicaban al otro lo que se buscaba. Acto seguido, ambos se dirigían al cuarto oscuro o al baño, allí practicaban sexo, y si el asunto había funcionado correctamente se preguntaban los nombres, se tomaban una copa juntos, o simplemente con un “hasta luego” terminaba el acto sexual.
Veinte años de fidelidad con su marido habían conseguido que Jorge fuera algo así como un verdadero anciano en cuanto a relaciones sexuales se tratara.
Después de su separación, se lanzó al mercado, es decir, se convirtió en un hombre dispuesto a mantener relaciones sexuales con desconocidos en los locales de ambiente homosexual.
La primera vez que entró, solo, a uno de estos locales de sexo gay, se sorprendió de ver a la mayoría de la gente con el teléfono móvil en la mano mirando cosntantemente la pantalla del teléfonito y a él. A la media hora descubrió que lo que buscaban todos esos chicos y hombres era el “menú del día”,es decir, las preferencias sexuales de Jorge. Pero Jorge no se había dado de alta en ninguna aplicación, ya que, como tantos que nunca había probado ese método, consideraba que para follar, lo mejor era ir al lugar adecuado, mirar, flirtear, sonreir, tocarse y 'a por el cacho'.
La realidad había cambiado algo. Para la mayoría de la gente de una manera imperceptible, pero para él aquello se le hizo un mundo. No entendía los motivos por los cuales tenía que publicar “en público', valga la redundancia, su edad, su peso, las medidas de su rabo, y su rol sexual. ¿Activo, pasivo?, ¿dónde se encontraba el descubrir con las primeras caricias lo que buscaba cada uno? Y si los dos que buscaban sexo les gustaban las mismas prácticas y se es incompatible, ¿dónde está el problema para sonreir y buscar a otro?
Los 100 primeros hombres de Jorge en las aplicaciones 'busca chulos' es el título de esta historia.
Cien hombres como cien soles. O cien hombres como cien infiernos. Cada uno decidirá.
Una historia real que os cautivará, o quizá os ponga de mala leche. O quizá todo lo contrario.
Bienvenidas todos, bienvenidos todas.
La realidad és la que es, nos guste o no nos guste. Pero conocerla siempre es interesante.
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