Las lesbianas aún no hemos conquistado el espacio. El espacio público está prácticamente desierto de mujeres con sexualidades no normativas.
Durante la dictadura franquista, las lesbianas se relacionaban tejiendo redes secretas ente ellas que propiciaban encuentros en lugares privados para evitar las represalias del poder, que reprimía con dureza la disidencia sexual. Las reuniones en domicilios particulares eran la forma de socialización más común de las libreras, término utilizado por las mujeres lesbianas en aquella época para reconocerse sin nombrarse.
Con la democracia, las lesbianas no alcanzaron el grado de representatividad pública de los hombres gais, que empezaron a ocupar lugares hasta ese momento vedados a las personas LGTB. Todavía hoy, en el imaginario colectivo, la homosexualidad está vinculada al hombre gay, blanco, joven y físicamente atractivo. Las mujeres lesbianas seguimos prácticamente desaparecidas. Esa invisibilidad es aún más flagrante en el caso de las lesbianas racializadas, mayores o con discapacidad, ya que la interseccionalidad multiplica la discriminación.
Las voces lésbicas siguen sin escucharse en el espacio público. El miedo a la reprobación familiar y a la discriminación social y laboral, todavía coarta la libertad de muchas lesbianas que no se atreven mostrar públicamente sus afectos ni a participar en movimientos LGTB. Además, la doble barrera del género y la orientación sexual es un handicap para las mujeres con sexualidades no normativas.
La presencia de lesbianas visibles en la esfera pública es fundamental para paliar el problema de la falta de representación lésbica, pero también es imprescindible la promulgación de leyes que favorezcan nuestra intervención en todos los espacios en condiciones de igualdad real y efectiva.
Para terminar de leer el interesante artículo firmado por Charo Alises en 20minutos.es, pinchad aquí.
09-11-2017 | nosgustas.com
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