Siete veces se quemó el arcoiris en Varsovia hasta que decidieron reconstruirlo con luz y agua. La colorida escultura con la que la ciudad polaca pretendía rendir homenaje a la paz tuvo que ser intangible para burlar el odio de los vándalos, que veían en ella un guiño al colectivo LGTB. Así están las cosas en el país más religioso de Europa, un lugar donde el 46% de la población piensa que la homosexualidad es inaceptable.
«Los jerarcas eclesiásticos tienen aquí una influencia política considerable», explica la activista Agnieszka Wiciak, «pero empieza a haber resistencia a sus actos y sus palabras. Hay mucha cooperación en este sentido entre los círculos feministas y LGTB», añade. Wiciak es polaca. Es historiadora y psicóloga. Es mujer y madre de dos hijos. Es lesbiana. Y desde el pasado junio es la máxima responsable del Polish LGBTQIA Virtual Museum.
Este museo también está construido a prueba de vándalos. No está hecho a base de agua y luz sino de pixeles y bits. Es un museo virtual que recupera la cartelería, diseño y propaganda LGTB a lo largo de la historia polaca. El dominio web se abrió el pasado junio, pero es fruto de un trabajo de búsqueda largo y tedioso, de numerosos viajes que todavía continúan. Mientras hablamos con Wiciak, un voluntario se encuentra en Canadá entrevistando a un activista polaco, en lo que en ellos llaman «misión de rescate». Y es que el museo ha empezado a trascender lo visual y está creando un archivo de entrevistas.
Casi todos están escaneados y colgados en la red, pero también conservan muchos de los materiales originales, los físicos. Quizá algún día puedan exhibirlos en un museo real, fantasea Wiciak. Quizá cuando el odio no sea tan fuerte y las reivindicaciones LGTB no tengan que construirse a base de agua, luces, pixeles y bits.
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