Hace unos años, dos de las grandes capitales europeas se permitían el lujazo de tener sendos alcaldes homosexuales. París y Berlín. En las últimas elecciones francesas cambió el parisino, y ahora, acaba de dimitir el de Berlín.
La noche de otoño de 2001 en que fue elegido alcalde de Berlín, Klaus Wowereit vertió champán en un zapato de tacón alto forrado de terciopelo rojo y brindó «por esta ciudad que me lo ha dado todo». Así llegaba a su clímax la apasionada relación entre el destacado socialdemócrata y su Berlín natal, que por entonces aceptaba de nuevo, confusa, la capitalidad de la República Federal de Alemania. «Yo soy aborigen», solía decir por entonces Wowereit a los recién llegados de Bonn. El pasado martes, el brindis que siguió al anuncio de su dimisión por el sobrecoste del nuevo aeropuerto de la ciudad, lo hizo rodeado de amigos y del brazo de su pareja desde 1992, el neurocirujano Jörn Kubicki, según publican en la página web del diario El Mundo.
Su candidatura a la alcaldía de Berlín recibió un decisivo impulso cuando en un acto de campaña dijo aquello de: «Queridos y queridas camaradas, sí, soy homosexual, y así está bien». Era el primer político alemán de primera fila que hacía pública esta orientación sexual y Berlín apreció la naturalidad y falta de estridencia con la que movió los engranajes de la política y la moral pública. Años más tarde, cuando la Iglesia Evangélica de Berlín invitó al católico Wowereit a decir unas palabras en un servicio ofrecido con motivo del Christopher-Street-Day, el alcalde predicó que «todos somos hijos de Dios y por eso los gays y las lesbianas no deben ser solamente tolerados, sino también aceptados».
Hay que reconocerle que mantuvo a raya durante una década a los especuladores inmobiliarios, fiel a su lema: «Berlín pobre, pero sexy» y los berlineses le perdonan hasta el fiasco del nuevo aeropuerto, causado por su empeño en contratar empresas locales que no han estado a la altura. Por lo demás, la vida cultural del Berlín de Wowereit no tiene precedente desde las vanguardias de los años 20.
En alguna ocasión ha vuelto a las tantas a su piso en Wilmersdorf cantando en español: «¡Vaya, vaya! Aquí no hay playa...».
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En estos momentos unos de nuestros colaboradores está "conociendo" Berlín, y nos está preparando un estupendísimo artículo sobre la vida cultural, gastronómica y LGTBI de aquella interesantísima ciudad.
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