He leído recientemente el libro de Abigail Shrier “Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras hijas” de la editorial Deusto en su 2ª edición de octubre del 2021.
La autora describe en el libro cómo en los centros educativos de Estados Unidos, las asociaciones y colectivos LGTBIQ+ y sus alianzas, se dedican a meter ideas extrañas y ajenas acerca de lo que es el género.
Se basa en las alrededor de doscientas entrevistas que mantuvo con las familias de las niñas que decidieron que eran trans y que querían ser consideradas chicos. En la mayoría de las familias descubre un patrón de conducta entre estas adolescentes, siendo el más numerosos el de que en ningún momento habían dado muestras de disforia de género sino que se acomodaban mayoritariamente a los estereotipos de niña, y el que un buen día habían acudido a sus centros de estudios o una de sus amistades les había contado acerca de la transexualidad y en ese momento, se desata una especie de contagio en donde todo el grupo de amigas se empieza a autodenominar trans y a exigir que se les llame por el nombre consentido en los documentos del centro escolar incluso a espaldas de la familia y muchas de estas adolescentes se vuelven ariscas y obsesionadas por el tratamiento hormonal y el fajarse los pechos.
Esta autora ha realizado una labor de investigación acerca de lo que ella considera que son las teorías de la autodeterminación de género y el cómo estas teorías en seguida lo que proponen para que las adolescentes que se identifican como trans quieran sentirse mejor es solicitar el tratamiento hormonal. Un tratamiento que según la autora se prescribe alegremente sin que las adolescentes tengan una revisión mental adecuada, es decir, que se hayan mantenido entrevistas en las que se pudieran descartar otras situaciones que sí que provocasen esa ansiedad e insatisfacción y que no se debiesen únicamente a un mal entendido autodeseo de ser trans. Para ello se apoya en las entrevistas a diferentes psicólogos y psiquiatras que se mueven en lo que se denomina la atención afirmativa del género, la cual según las directrices de la Asociación Estadounidense de Psicología para la Atención de Pacientes Transgénero y de Género No Conforme (TGNC en inglés) se define como “la prestación de una atención respetuosa, consciente y que apoye las identidades y experiencias de vida de las personas TGNC”, y donde critica que en las directrices “ se alienta a los psicólogos a adaptar o modificar su compresión del género, ampliando la gama de la variación considerada sana y normativa. Al comprender el espectro e identidades de género que existen, y que la identidad de género de una persona puede no estar totalmente alineada con el sexo asignado al nacer, los psicólogos pueden aumentar su capacidad para ayudar a las persona TGCN, a sus familias y a sus comunidades”.
Para la autora lo que se desprende de estas palabras y según sus entrevistas, es que en la realidad los psicólogos deben apoyar sin cuestionar la autodeterminación de género, la autoidentificación y que en el caso de las adolescentes, apoyen a éstas en contra incluso de sus padres. Incluso viene a comparar lo que sucedería si los psicólogos apoyasen a las personas con anorexia a seguir con esa transformación de sus cuerpos. Y continúa comentando la “teoría de afirmación de género”, la cual se puede resumir en los siguientes enunciados:
1. Los adolescentes saben quiénes son.
2. La transición social y la afirmación es una propuesta en la “no hay nada que perder”.
3. Si no afirmas, tu hijo o hija puede suicidarse.
4. La identidad de género es inmutable: No se puede “desconvertir” a un niño de una identidad transgénero”
En el libro se comenta que la “disforia de género- antes conocida como <<trastorno de identidad de género>>- se caracteriza por una disconformidad grave y persistente con el sexo biológico. Suele comenzar en la niñez temprana, entre los dos y los cuatro años, aunque puede agravarse en la adolescencia. En la mayoría de los casos – casi el 70 por ciento - , la disforia de género infantil se resuelve. Históricamente afectaba a una pequeña parte de la población (alrededor del 0,01 por ciento) y casi en exclusiva a los chicos. De hecho antes de 2012 no había una literatura científica sobre chicas de once a veintiún años que hubieran desarrollado disforia de género. Esto ha cambiado en la última década y de forma drástica.”
Lo que la autora teme en todo el libro es que la presencia de las asociaciones y de las teorías queer, así como de un mal entendido apoyo a la infancia y adolescencia trans, desemboquen en una moda por querer ser alguien que encaje en los estándares actuales y que tenga un plus de modernidad. Y es que según la autora, las adolescentes trans se identifican como tal por la presión de su grupo de iguales cuando ellas sienten que no son la típica mujer.
Es más en una de las entrevistas les llegan a comentar que “ser lesbiana no mola, pero que ser trans sí que mola”.
Esta situación se ve reforzada por la gran cantidad de (des)información que aparece en internet y los diferentes youtubers, quienes ensalzan el ser trans y pasar a formar parte de una comunidad y familia que va más allá de la tradicional basada en los lazos de parentesco, y que según estos medios, te hará sentir siempre arropada. Y entre estos foros y comunidades virtuales se da importancia al empezar a tomar las hormonas que te ayudarán en esa transición como una de las grandes metas que debe conseguir cualquier adolescente trans. Y eso sí, en dichos foros y debates apenas se habla de los efectos secundarios a corto, medio y largo plazo que se producen, y en cambio, se dan consejos sobre cómo conseguir esa medicación narrando una historia lo suficientemente creíble al personal médico encargado de prescribirla. La autora dibuja un panorama en el que es relativamente sencillo convencer a estos profesionales de la salud y lograr que se crean una historia, en no pocas veces inventada, y que acedas a esas hormonas, aunque luego el seguimiento del tratamiento no sea tan efectivo. Y continúa alertando sobre el poder de estos foros que se asemejan a sectas en donde la disidencia es perseguida y donde la libertad de opinar de manera diferente a los postulados de la teoría de género y queer conlleva el acoso en las redes sociales. Además, estos influencers y youtubers presentan una serie de puntos en donde las adolescentes se pueden basar para reivindicar su identidad trans:
En el libro también se habla de cuáles son los pasos de la llamada transformación, en donde se abordan de una manera muy clara algunas de las sustancias que se emplean como inhibidores (en lo que muchos han llamado en llamar el botón de pausa) en la preadolescencia y los riesgos que conllevan; las hormonas del sexo opuesto, especialmente la testosterona y su relación con la irritabilidad y la atrofia vaginal donde el coito se vuelve doloroso y la posible endometriosis, así como el aumento de enfermedades cardiovasculares; en el apartado de la cirugía especifica entre la cirugía superior, donde la mastectomía no siempre logra los resultados estéticos y funcionales buscados, y la cirugía inferior o de genitales donde se describen las diferencias entre faloplastia y meoidioplastia, ya que no es tarea fácil construir un falo a partir de tejidos del antebrazo y organizar toda una red de músculos, mervios y vasos sanguíneos que abracen a un nuevo pene y uretra y que realice las funciones para las que se ha diseñado, o de crear la ilusión de un micropene a partir del clítoris.
Ante este panorama, la autora propone a las familias una serie de recomendaciones y consejos para evitar que sus hijas caigan en la “locura transgénero”:
Seguro que si alguien leyera el libro, pensaría que esto es una locura y que menudo sufrimiento ir la transformación de mujer a hombre y que en el fondo las adolescentes no saben lo que quieren.
Por mi parte debo reconocer que el libro ha investigado pero es de aplicación en ESTADOS UNIDOS, porque en España no se dan ni de lejos las circunstancias que propone. Para empezar en los centros educativos no se habla de diversidad afectivo-sexual y de género. Tan solo en los últimos cinco años se logra que la igualdad entre hombres y mujeres se trate en las aulas, y eso debido al gran número de mujeres víctimas de violencia de género que rompen su silencio y quieren que a las jóvenes no les suceda lo mismo. Por otro lado, las charlas sobre sexualidad las imparten ONG´s que pocas veces tienen relación con el movimiento asociativo LGTBIQ+ y se dedican principalmente a la idea de las enfermedades de transmisión genital y los embarazos en la adolescencia con un par de charlas. Si en algún centro escolar se habla de personas LGTBIQ+ se debe a que han detectado casos de acoso y aún así dependerán de otros órganos para que se puedan explicar los temas más básicos y dar pautas para evitar estas situaciones. La mayoría de los padres y madres creen que hablar de sexo es lo mismo que incitar a su práctica, lo que te lleva a pensar en cómo vivieron sus primeros momentos de despertar afectivo y sexual. Si parece que hay más adolescentes trans es porque las familias se han organizado en asociaciones de apoyo mutuo y donde se dan pasos para que las personas trans sean tratadas con respeto desde su infancia y adolescencia y no sufran todo lo que las personas mayores trans soportaron, por lo que la visibilidad, aunque cuesta, es una manera positiva de desterrar miedos y tabúes, aunque las distintas administraciones autonómicas y estatales sean tan reacias a promulgar leyes de igualdad.
¿Existe la Moda Trans? NO, lo que existe es más visibilidad y el hecho de que la adolescencia se abra a otros temas que hace años eran tabú no es mala idea. Quizás esta experiencia sirva para cuestionar muchas de las expectativas que sobre sexo/género se han creado históricamente y que pueden ser reelaboradas para lograr una sociedad más igualitaria y plural.
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