Tamara Adrián, candidata a la Asamblea Nacional del Distrito Capital, pretende convertirse en la primera diputada transexual de Latinoamérica. La abogada asegura que la revolución bolivariana es homofóbica
Tomás Mariano está orgulloso de ser mujer pese a tener el pecho ancho y no ser de rasgos finos ni apariencia delicada. Aunque su cédula de identidad diga lo contrario, todos lo conocen como Tamara Adrián y con ese nombre se presentará en las próximas elecciones parlamentarias, donde pretende convertirse en la primera diputada nacional transexual de América Latina.
Con el respaldo de su partido Voluntad Popular y de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la número dos de la lista del Distrito Capital asegura en su visita a La Verdad que quiere ganar una curul en el hemiciclo para izar la bandera del respeto. A su juicio, esa es la base para sustentar una discusión formal para que algún día se pueda levantar en Venezuela la bandera de la comunidad que representa: la del arcoíris, de la LGBTI (Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales).
- ¿Qué se necesita para ser la primera candidata transexual de Venezuela?
- En cada época hay que romper ciertos esquemas de la intolerancia y la discriminación. Imagino que la primera candidata mujer de Venezuela generó exactamente el mismo revuelo. Lo que hay en común en todo esto es que hay intolerancias sociales, el racismo, el sexismo, la xenofobia, odios sociales de la misma naturaleza y con los mismos efectos: la exclusión, la segregación y, supuestamente, la creación de un halo de inferioridad con respecto al resto de las personas. La capacidad que tiene una persona para ejercer un cargo, una profesión o un oficio, nada tiene ver con su raza ni con su sexo ni con su religión ni con orientación sexual ni su identidad de género. Tiene que ver con su capacidad, su conocimiento y su dedicación.
- ¿Conoce usted de otro caso similar en América Latina?
- En América Latina hay experiencias de participación política de la comunidad LGBT a los más altos niveles de participación. Poca gente sabe que las dos principales ministras del Gobierno de Santos, en Colombia, son pareja, son lesbianas. Que en todos los países de Latinoamérica existen movimientos de LGBT de diputados y diputadas que están en los distintos parlamentos, particularmente, en Brasil, Uruguay y Argentina, pero también en Perú, Chile, América Central, en Colombia y en México. Generalmente estos son lesbianas o gais. Las personas transexuales históricamente habían sido excluidas de la participación política, porque no tenían acceso a una identidad legal que les represente y estaban imposibilitadas de los derechos ciudadanos como la educación, salud, vivienda, trabajo, por lo cual se les dificultaba sobremanera la participación política. Con el cambio de paradigma, notamos en América Latina que existen cuatro o cinco personas transexuales en cargo de elección popular, pero a nivel estadal o municipal. Yo sería la primera diputada nacional transexual en la región.
- ¿Ante el CNE usted es Tamara Adrián o Tomás Mariano?
- La respuesta la sabremos cuando salga la lista. Se hizo la inscripción formal con el nombre legal, pero el CNE dijo que respetaría mi identidad de género a los fines de la paridad de género y se respetaría en la lista el nombre de Tamara Adrián, independientemente del nombre legal. Vamos a ver qué sucede.
- ¿Si no la aceptan cómo mujer sería una discordancia con el tema de la inclusión?
- Hasta ahora la posición del CNE por unanimidad es reconocer la identidad a los fines de la paridad de género. Si no se reconoce, probablemente, Venezuela estaría incumpliendo varios tratados internacionales sobre el tema.
- ¿Tuvo que incursionar en la política para que se le valorara su lucha?
- Yo soy, y no quiero sonar pedante, la presidenta de cuatro de las cinco organizaciones mundiales más importantes en materia de LGBT. Mi reconocimiento internacional nada tiene que ver con una participación política sino con una propuesta muy seria y constante en materia de DDHH para la población LGBT, que ha tenido un resultado muy claro, con varias resoluciones de la ONU, la OEA, Consejo de los DDHH, la OMS y el comité contra la tortura. Cada uno de ellos va dándole un toque de censura a Venezuela en ese tema y va dando a nivel global pasos agigantados hacía la exigencia a los países para la no discriminación y los derechos iguales para la población LGBTI. Los derechos son para todas las personas, no puede ser que unas sí tengan y otras no. Eso es lo más sencillo a entender desde el punto de vista internacional de los DDHH. Si los derechos son universales, es decir, para todo el mundo y en todo el mundo, y son de interpretación progresiva, no puede haber persona sin derechos, sin personalidad jurídica, sin identidad, sin derecho a familia.
- ¿Ve la política como la plataforma para que su mensaje pueda calar en la sociedad?
- Todo lo que tiene que ver con derechos humanos es político y una de las cosas que considero es que los signos evidentes de deterioro del sistema institucional de protección de derechos humanos en Venezuela solo pueden ser enfrentados desde el punto de vista político. Cuando yo era solo sociedad civil, terminaba enfrentada al político, pidiéndole que, por favor, nos ayudase en algo. Fue cuando comencé mi participación política directa.
- ¿La revolución bolivariana es homofóbica o intolerante?
- Ambas cosas. Creo que el psuvismo ha sido caracterizado como un movimiento aluvional, que se creó por capas sucesivas, con aspectos contradictorios entre ellos que nunca han podido resolver. Tenemos un movimiento militarista al cual se sobrepone un movimiento evangélico y otro movimiento que se formó en el marxismo-leninismo clásico, que todavía piensa que la Unión Soviética no ha terminado. Para Stalin la homosexualidad era una desviación capitalista. Es el mismo discurso. Ahora consideran que la homofobia es una desviación capitalista. Es bien curioso la vuelta que le dieron, porque se ha visto que en todos los países comunistas lejos de ceder, la homofobia aumenta. Pero la homosexualidad ni aumenta ni disminuye dependiendo de los países. Es un número uniforme y constante, porque no se pega, no se hereda, no se contagia, no se imita. Más o menos 12 por ciento de la población se dice que es lesbiana o gay, 0,3 por ciento es transexual y aproximadamente 20 por ciento se dice que es bisexual. Pero eso no va a aumentar ni a disminuir en países que dicen ser muy homofóbicos. Aquí hay homofobia de Estado por omisión, que es la peor y la que ha habido en el PSUV, donde cada vez que se les presenta un proyecto de inclusión simplemente lo silencian, lo meten en un cajón, lo congelan y no dejan que se visibilice, y eso quizás hace cinco años, en el discurso de Venezuela es de Todos, de aquí respetamos a todos, funcionaba, pero el tema es que hoy tenemos el matrimonio igualitario, los derechos de parejas con maternidad, copaternidad, adopción y derecho de identidad de las personas transexuales y protección contra la discriminación en casi todos los países de la región. Los países que quedaron fuera de todo son Venezuela, Perú, Paraguay y algunos de América Central.
- ¿Hay miedo en el Gobierno de hablar sobre la sexodiversidad?
- El Gobierno es preso de los movimientos evangélicos, que representa 25 por ciento de su base electoral. Hay una sobrepoblación evangélica en el psuvismo hasta el punto que pueden representar en la AN actual un 22 por ciento de los diputados oficialistas. De hecho, se convocó una marcha de los evangélicos contra el matrimonio igualitario e inmediatamente el PSUV retiró de sus listas electorales a los candidatos de la diversidad. Tenían tres candidatos que quedaron por fuera, como la guayabera.
- ¿No es una contradicción, que un Gobierno que hable de inclusión, excluya?
- Ellos sacan un cálculo político ¿Cuánto me cuesta que me quiten el voto de los evangélicos contra cuánto me representa incluir a la población LGBT?
- ¿Un evangélico no votaría por Tamara Adrián?
- Creo que sí. El que no sea fanático, por supuesto que sí, porque mi discurso es de respeto. Yo respeto a todas las personas. Claro, el respeto implica un trabajo mutuo. Y el respeto en materia de creencias religiosas implica que nadie puede argumentar una creencia religiosa para negarle derechos a las demás.
Para leer la entrevista completa publicada por la página web laverdad.com, pinchad aquí.
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