Hace ya bastantes años que inicié el tan deseado tratamiento hormonal. Cuando tenía tan sólo 16 añitos, me dieron en mano una carta maravillosa, en la que se me derivaba al médico endocrino que me permitiría iniciar este proceso que ha cambiado por completo mi vida.
Comencé con el Testogel, el cual debía aplicar sobre la piel de la zona abdominal todas las noches, antes de ir a dormir. Aún recuerdo la cara de la chica de la farmacia que me vendió mi primera cajita de la felicidad. Era pequeña pero pesada, ya que en su interior había montones de sobres plateados llenos de testosterona en gel.
A pesar de tener más que claro lo que se espera conseguir del tratamiento, en este punto aún tenía cientos de dudas, ya que había hablado con otros chicos en la misma situación, y todos habían tenido un proceso diferente. La primera noche me puse el gel con gran ilusión (estaba muy frío), pero también temía no conseguir todo lo que esperaba. En ese momento, mi mayor frustración era la menstruación, con la que me sentía desesperado y humillado todos los meses. Sabía que a muchos chicos se les había retirado paulatinamente con el uso del gel, a otros, no se les había ido hasta comenzar el tratamiento inyectable, e incluso había quien había tenido que aguantar ese peso hasta lograr operarse. En mi caso este sangrado mensual era bastante exagerado, y si algo me urgía en ese momento, era deshacerme de la maldita regla. Cuando me apliqué el primer sobre de Testogel, apenas le tocaba llegarme en unos pocos días, pero tuve la increíble suerte de no volver a verla jamás. A veces creo que mi empeño fue tan bestia, que desapareció de puro miedo.
El cambio que más noté al principio, fue la nueva y fuerte atracción hacia las mujeres. Siempre me habían parecido bonitas, pero ésto era completamente nuevo. Como anécdota debo decir que previamente al inicio del tratamiento, en una conversación con un chico que ya llevaba años en él, dije que no podía entender cómo había a quien le interesaba ver porno, y él me dijo que cuando comenzara el tratamiento lo entendería. Pues bien, apenas unos meses aplicándome el Testogel, comencé a ver porno ¡a todas horas!
El segundo cambio que se presentó fue el endurecimiento del vello. Yo ya tenía bastante pelo en piernas y brazos, pero éste comenzó a oscurecerse y aumentar en cantidad. Al poco tiempo, apareció una línea de pelo bajo el ombligo, que pronto se expandió por todo el abdomen y el pecho. Recuerdo que me negué a depilarme durante mucho tiempo, por lo orgulloso que me sentía.
No recuerdo exactamente cuanto tiempo pasó hasta que el tratamiento cambió al inyectable. En ese entonces, la Seguridad Social aún cubría el Reandron, toda una maravilla que solamente había que inyectarse cada 3 meses. Toda la vida me han aterrado las agujas, y he de admitir que las primeras veces lo pasé algo mal, ya que además, la testosterona inyectable es como un aceite espeso, y no voy a mentir, duele. Pero no es tan horrible como suena, poco a poco, como a todo, uno termina acostumbrándose. Si a alguien le sirve de consejo, diré que yo soy incapaz de pincharme a mí mismo y como en mi entorno no hay nadie que se atreva, acudo a enfermería cada vez que llega el momento del inyectable. La ventaja es que los enfermeros ya me conocen, y me “cuelan” siempre que me ven por allí, además terminan conociéndome, por lo que rara vez siento dolor.
Llegados a este punto, los cambios pasaron a ser más lentos. Sin duda, gané resistencia física, aguantaba cualquier ejercicio mucho más tiempo sin perder el aliento, así que aproveché para empezar a ir al gimnasio. El vello continuó invadiendo mi cuerpo y aunque yo creía que mi voz seguía siendo demasiado aguda, comprobé gracias a audios antiguos que había ganado un tono mucho más grave.
Por supuesto, no todos los cambios fueron agradables. En primer lugar, aunque yo ya padecía algo de acné, éste empeoró muchísimo; En mi caso, comenzó a aparecerme por toda la espalda, y a enquistarse. Con un tratamiento apropiado, posiblemente hubiera reducido su ataque, pero nunca he sido constante por lo que me han quedado algunas cicatrices bastante feas.
Para terminar de leer el interesante artículo publicado en la página web transboys.es, pinchad aquí.
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