La primera iglesia para la comunidad LGBT en Brasil, creada por un ex-pastor evangélico de 37 años, quien desde pequeño se le educaba con la premisa de 'ser gay es cosa del demonio'.
Hoy, reconvertido en pastor de la primera iglesia para la comunidad LGBT de Brasil, pregona ante centenares de fieles que Dios quiere a todos por igual y que los homosexuales "no necesitan cura, sino amor".
"Aquí hay muchos 'ex-ex gays'", ironiza Fabio, que fundó la iglesia en 2006 junto a su marido, el pastor Marcos Gladstone.
Ninguna historia en esta iglesia es simple ni fácil.
Por ella han pasado personas que estuvieron al borde del suicidio, que se sentían abandonadas, rechazadas incluso en casa y fuera de ella.
"Aquí nos recibieron de brazos abiertos, no hay prejuicios ni nada de eso", resume Katia Maria Soares, ama de casa de 29 años que hace dos dejó a su marido por Carolina, con quien cría los tres hijos que ambas tuvieron en sus matrimonios anteriores.
En este país profundamente religioso y homofóbico, este espacio es un refugio, un bálsamo.
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