¿A qué has venido?, pregunté.
¿Cómo tú por aquí?, la amé.
Nada. Ni una palabra o gesto
salen de sus tímidos restos.
¿No osas contestar?
¿Después de tanto tiempo
y todavía no soy tu mitad?
Sobraba el habla y el roce
cuando íbamos a misa de doce.
Pero, ahora, ¿qué ocurre?
No consigo entender por qué
ya no me interrumpes.
Mesa para dos, por favor,
que el mundo se cae a nuestro alrededor.
¿No lo ves? ¡Habla!
Te he traído aquí, sí.
Al sitio donde nos conocimos.
¿Te acuerdas?
Deduzco que no.
El silencio no demuestra
lo que hubo entre tú y yo.
Recuerdo esa caja tonta,
aquella en la que guardamos
besos y notas,
letras y rosas,
qué más dará ya
si no eres tú la que me tocas.
No puedo apartar la mirada de ti
y, aun así,
no te logro sacar una mísera expresión.
¿Qué pasa? ¿Cuál es la razón de esta sinrazón?
¿Dos personas que se quieren
y que de pronto no se entienden?
¿Dos marcos que se huelen
y que de pronto no se adhieren?
¿Dos almas que se poseen
y que de pronto no se leen?
¿Qué tengo que decir para que reacciones?
¿Acaso me convertí en uno de tus tristes captores?
Creí que era único. Creí que éramos únicos.
Todo esto que te confieso ahora
reflejan todas esas noches de lloros a solas.
¡No! ¡No desaparezcas! Todavía tengo que…
Desvanecimiento, ausencia de ti;
hace tiempo que ya no sé cómo vivir.
Me faltas. No importa si el día se aclara
porque no espera un mensaje tuyo bajo mi almohada.
Lo peor de todo: te fuiste sin decir nada.
© 2014 - 2024 Development by Clara Díaz Fonticoba. All Rights Reserved.