Shane Ortega fue el primer soldado norteamericano abiertamente transexual, realizó el cambio de sexo mientras trabajaba en las Fuerzas Armadas. Se ha convertido en una de las voces más críticas con las políticas anti LGTBI del presidente de EEUU.
Donald Trump anunció este verano que prohibiría a este colectivo acceder al servicio militar después de impedir a los alumnos trans elegir aseos en la escuela
Shane Ortega abandonó las Fuerzas Armadas de Estados Unidos el año pasado. Tras 11 años sirviendo, primero en el Ejército y luego en la Armada, en 2015 se convirtió en el primer soldado norteamericano abiertamente transexual después de que el Washington Post publicase su historia.
Ahora retirado, es una de las voces que hablan más alto tras la decisión comunicada este verano por el presidente estadounidense, Donald Trump, de vetar a los transexuales en el servicio militar. "Creo que no afecta solo a los miembros del servicio militar, también a la sociedad americana", explica desde California, en conversación telefónica con eldiario.es.
"No me ha sorprendido este anuncio de Trump. Creo que tiene un plan para cargar contra todo lo que hizo Obama, va a seguir yendo contra las minorías. ¿Qué va a pasar con los miembros LGB (lesbianas, gais y bisexuales)? ¿se van a tener que marchar también? Va contra las minorías", apunta Ortega.
Este joven de 30 años comenzó el servicio militar con el género que le asignaron al nacer y realizó la transición de cambio de sexo mientras trabajaba en las Fuerzas Armadas.
Antes de tomar esta decisión se estudió la normativa, vio que el único obstáculo en el que se impedía a este colectivo formar parte del servicio militar era el proceso de admisión. Una vez dentro no existía una normativa que amparase su despido si comenzaba su transición. En los cuadros castrenses imperaba la política ' don´t ask, don´t tell' (no preguntes, no cuentes).
Sin embargo, nunca le llegaron a reconocer el género con el que se identificaba. A pesar de esta situación, asegura que en el día a día con sus compañeros no fue víctima de transfobia. "Nunca sufrí una discriminación terrible hasta los dos últimos años en los que empecé con el papeleo, las cosas se complicaron cuando comencé con la documentación legal y política", apunta.
En su etapa final comenzó una batalla administrativa porque el rechazo al género con el que se identificaba llegó a impedirle volar cuando trabajaba como piloto de helicópteros o no le facilitasen un uniforme masculino. Se terminó retirando por una baja médica.
Tras años alzando la voz peleando por la visibilidad de este colectivo, tanto dentro como fuera del Ejército, una vez que abandonó su puesto dedica todo su tiempo al activismo. Con el anuncio de Trump, su teléfono no para de sonar para atender tanto a prensa nacional e internacional como a soldados transexuales que tienen muchas dudas sobre su futuro.
Según un informe encargado por el Pentágono, el número de transexuales que sirven en las Fuerzas Armadas oscilaba en 2016 entre 1.300 y 6.600 dentro de un total de 1,3 millones de integrantes del cuerpo militar. Los miembros de este colectivo se sienten "traicionados" por el presidente de EEUU. "Han dado todo por el país, su trabajo les quita mucho tiempo que podrían estar compartiendo con sus familias, se han sometido a la disciplina de las Fuerzas Armadas y ahora están desesperanzados", relata. No saben en qué condiciones se va a producir el despido. "Pierden los beneficios educativos o sanitarios. Ellos y sus familias".
Trump basó su veto en dos motivos, aludió a que los miembros transexuales "perturban" al Ejército y a que el presupuesto del Departamento de Defensa "no puede ser lastrado por los enormes costes médicos" de este colectivo. Ortega rechaza los dos argumentos. Por un lado, desmiente que estos miembros alteren el funcionamiento de las Fuerzas Armadas. "Tanto los superiores como la administración entiende el tránsito como un conflicto personal y no como un problema humano que afecta a la comunidad", apunta.
Sobre el presupuesto sanitario, estima que para las arcas públicas el tratamiento médico de todo el colectivo militar supone cuatro millones de dólares al año. "El helicóptero con el que estuve volando costó 35 millones y seis el equipamiento. Las Fuerzas Armadas se gasta mucho dinero en cosas estúpidas", continúa.
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