A principios de los años 2000, quien usaba una página de citas para conseguir pareja o sexo casual era visto comúnmente como alguien "desesperado". Hoy es distinto: El 59% de las personas piensan que las aplicaciones son una buena manera de conocer gente nueva, de acuerdo con una encuesta realizada en 2015 por el instituto de investigaciones Pew.
Los latinoamericanos tienden a adoptar nuevas tecnologías de buen grado, pero en el caso de las apps de citas la recepción parece haber sido aún más positiva. Brasil es el tercer país en el ranking mundial de número de usuarios de Tinder (solo estamos atrás de los EE. UU. y el Reino Unido). Poco después vienen México y Argentina. Buenos Aires es la tercera ciudad con más usuarios de Happn.
No es casual que los países latinoamericanos fueran elegidos como un laboratorio para la implementación de algunas novedades de las apps, como el Tinder Plus (probado en Brasil, EE. UU. y Alemania) y el Tinder Online, versión web de la plataforma (de los ocho países donde se probó, la mitad son latinoamericanos: Argentina, Brasil, Colombia y México).
El 23% de los estadounidenses entre 18 y 24 usan el Tinder. Hay 26 millones de matches todos los días, siete millones de los cuales se concentran en Brasil.
La mayoría absoluta de las personas con las que conversé considera más fácil iniciar una conversación en las apps que en la vida real, dice Camila Agustini, guionista que condujo una investigación sobre ese tipo de aplicaciones en 2014. Tratando de entender los motivos que llevaban a alguien a buscar una cita por medio de las apps, Camila entrevistó a más de 50 usuarios. Ella observó que la mayoría de las personas se sienten más libres para hablar de sexo y fetiches que generalmente son tabú en las aplicaciones. Es más barato y práctico que cualquier salida nocturna, dice.
Muchas de las apps de citas rompen estereotipos y estándares de género, normalizando y facilitando, por supuesto el sexo con cualquier persona. A pesar de que ya se registraron casos de perfiles de personas trans bloqueadas, al asociarlas a la prostitución simplemente por causa del género declarado, el ambiente de las aplicaciones de citas suele ser más permisivo que el de otras redes online. Mientras las redes sociales normalmente clasifican a las personas en hombres, mujeres, casados/as y solteros/as, las apps de citas permiten una infinidad de géneros, sexualidades, gustos y tipos de relaciones: todo es posible con un simple clic.
La búsqueda de amor y sexo hace proliferar a las apps, con alternativas para todos los matices sexuales que puedas imaginar. Hay aplicaciones dirigidas al público gay, como el Grindr o lésbico, como el Her o el Wapa. Para quien busca explícitamente solo sexo casual, está el Casualx; para quien cree que dos es poco o quiere tener una puerta más abierta para realizar fantasías, está el Feeld. Para quien tiene un algún amigue en Facebook como blanco, existen apps como Poppin para provocar matches entre quienes van o tienen interés en los mismos eventos. Para quienes no les gusta lo totalmente desconocido, varias apps han apostado a nuestras redes como referencias, permitiendo chats solo entre amigues de amigues, como el Flert o el Hinge. Para quienes se sienten incómodos con el estilo vidriera de cuerpos hay incluso una aplicación que solo libera la foto después de haber chateado, como el Appetence.
Y el escenario también es fértil porque la industria de citas online mueve mucho dinero: se estima que solo en los EE. UU., los lucros del Match Group, responsable del Tinder, OkCupid y Match.com, alcanzan los USD 2.000 millones al año.
Lo que alimenta esa industria son nuestros datos: diferentes criterios, como los gustos y las afinidades, la distancia y los amigos en común, alimentan los algoritmos que tratan de mostrar u ocultar a alguien que potencialmente sería interesante o no. Uno de los modelos de negocio de las empresas es hacer que paguemos para tener más posibilidades de encuentros (matches). Los usuarios de apps de citas son más propensos a pagar por el uso que los usuarios de redes sociales dirigidas a otros fines, como Facebook y LinkedIn. En este caso, el dinero aumenta literalmente las posibilidades amorosas de las personas.
Tinder, OkCupid y Grindr, que están entre las apps más usadas, ofrecen la opción de pagar para aumentar el poder de conquista. Además de eliminar los anuncios, los planes premium popularizan tu perfil artificialmente, aumentando el número de perfiles mostrados o el límite de ?likes? y te ofrecen la posibilidad de volver a ver un perfil que te interesó, pero que tus dedos ansiosos en la búsqueda dejaron pasar. Las reglas que dictan quién se le aparece a quién, sin embargo, no son del todo claras. ¿Quién define tus potenciales crushs?
Pedro, de 31 años, decidió probar el servicio pago de Tinder que destaca el perfil y permite un número ilimitado de likes. Él, que tenía uno o dos matches a la semana, fue sorprendido con 40 en ocho horas. Después del impulso pago, sin embargo, los matches siguieron ocurriendo con mayor frecuencia. "O yo no le aparecía a nadie o simplemente la app suprime a los que no pagan", dice, cuestionando la forma como se distribuye a las personas.
Los negocios no viven solamente de cuentas pagas, claro. Mucha gente prefiere usar la versión gratis de las apps y, en ese caso, están sujetas a ver anuncios. Y cuando el producto se ofrece gratuitamente, el usuario se convierte en el producto. Los datos valiosos sobre el comportamiento de las personas mientras están flirteando son proporcionados a anunciantes, empresas de marketing, investigación de mercado y socios comerciales.
Las cuatro apps que analizamos Tinder, Happn, OkCupid i Grindr ceden información sobre sus usuarios a socios comerciales. Eso significa, por ejemplo, que tus gustos, patrones de comportamiento, horarios de conexión y otra información pueden ser analizados y utilizados por otras empresas para diversos fines. Estos van desde mostrar propagandas diferenciadas hasta la venta de un paquete de información a un data broker, empresa dedicada a comercializar y analizar grandes volúmenes de datos.
Toda esa información recogida puede continuar disponible incluso si sales de la aplicación y cancelas tu cuenta. Eso ocurre porque, al guardar nuestros datos, fotos e historiales de conversaciones, las empresas pueden seguir ganando con los perfiles que trazan a partir de nuestros datos, incluso cuando ya dejamos de usar sus servicios.
Para leer el interesante artículo publicado en la página web internautas.org, pinchad aquí.
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