David Levithan: Dos chicos besándose
Publicado el 03 enero 2017 por Libros Prohibidos @Librosprohibi2
Título original: Two Boys Kissing
Idioma original: Inglés
Año: 2013
Editorial: Nocturna (2016)
Traducción: Teresa Lanero
Género: Novela
Valoración: Recomendable
Yo debería poder comenzar esta reseña diciéndoos: “Dos chicos besándose es un libro precioso; tenéis que leerlo”. Debería poder ignorar la intención política de esta obra y juzgarla únicamente por su valor narrativo, la delicadeza de su estilo, la originalidad de su narrador en primera persona del plural. Pero, por desgracia, no se trata meramente de un libro bonito. Es un libro tristemente necesario. Y, por eso, me voy a poner más política de lo que me gustaría. Os pido disculpas de antemano.
Dejadme que comience contándoos una pequeña historia. Hace muchos años, cuando la que escribe esto era una ingenua yogurina con las hormonas revolucionadas y la cara cubierta de granos, apareció un invento infame llamado Facebook (o Cara-Libro, como le decíamos entonces). En aquellos tiempos, desconocíamos el poder político, social y financiero que adquiriría esta red pseudo-social, y la usábamos como un inocente telescopio para cotillear la vida de los demás. Así que uno añadía a todo quisqui como “amigo”, fueran o no dignos de semejante calificativo, sólo para poder tener bien alimentada nuestra ansia de chismorreos. Añadíamos a las personas de nuestro entorno más inmediato, pero también a todos nuestros compañeros del colegio, instituto y universidad. A nuestros vecinos. Al pollero. Al peluquero de nuestra madre. A los primos de un amigo que conocimos en la Nochevieja del ’96, nos enganchamos un pedo enorme con ellos y jamás volvimos a ver. Nuestro Facebook se llenó de gente que alguna vez supimos quiénes eran pero ahora no saludaríamos (¿ni reconoceríamos?) si los viéramos por la calle. Esto, que en un principio parecía divertido e inofensivo, se terminó convirtiendo en una pesadilla. No solo nos dimos cuenta de que no queríamos que esta gente tuviese una ventana de acceso 24/7 a nuestra vida, sino que llegamos a la conclusión de que, contra todo pronóstico, ni siquiera nos interesaba cotillear en la suya. Es más, pronto fuimos terriblemente conscientes de que esta gente no tenían nada en común con nosotros, que nos horrorizaban sus comentarios, sus actividades de ocio, su actitud hacia la vida en general. Y así fue cómo se gestó La Criba.
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