"Algo que tiene que entender la Iglesia es que debemos respetar a las personas gais y lesbianas". En pleno debate sobre el matrimonio homosexual en México, el rector de la Universidad Iberoamericana, David Fernández sj, ssotiene que la tajante oposición a semejante relación por parte de la jerarquía católica del país no es "cristiana".
Desde el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), le acaban de conceder el Reconocimiento Nacional por la Igualdad y la No Discriminación 2016, como reconocimiento a su defensa de los derechos de todos y su compromiso para borrar todo rastro de la discriminación de las instituciones y la sociedad en general. Y no es difícil ver en qué medida se merece el premio.
Escribiendo en agosto en el diario Reforma, Fernández toma ejemplo del Papa Francisco y propone que lo que hace falta en el debate nacional sobre el matrimonio homosexual es que se dé "menos importancia a las normas y más a la misericordia". Y por si cupiera alguna duda sobre en qué consiste tal postura, Fernández lo explica bien claro: "Más misericordia quiere decir un trato respetuoso, afectuoso, con cariño, por todas las personas, incluidas aquellas cuya sexualidad es diversa a la de la mayoría".
En la oposición del catolicismo oficial al matrimonio homosexual, explica Fernández, hay una grave paradoja: la de que la Iglesia obliga a personas con atracción por otras de su mismo sexo a la castidad, a la vez que predica que el celibato es un don de Dios. Si la abstinencia es un don, afirma, no puede ser obligatoria: a unos se lo da y a otros no. "¿Todas las lesbianas y personas transgénero u homosexuales tienen el don de la castidad?", se pregunta Fernández, antes de asumir que "probablemente alguna de las dos posturas que sostiene la Iglesia debe estar equivocada".
A juicio del jesuita, es imposible imaginar que nuestro "buen Padre Dios" -lleno como está de bondad y benevolencia- obligue a los homosexuales a no tener pareja con la que puedan expresar su amor. Y concluye, además, que la Iglesia tiene que estar abierta a lo que diga la ciencia sobre ese tema.
La conclusión a la que llega Fernández es que tanto las investigaciones científicas como su experiencia pastoral le muestran que aunque la orientación homosexual sea minotaria no quiere decir que sea algo anormal. Afirma que la mayor parte de los homosexuales con los que ha tenido trato "son excelentes seres humanos, sensibles, afectuosos, comprometidos, devotos del servicio y la compasión". Hasta se atreve a decir, desde su veteranía, que "Dios no sólo ama" a los gays, lesbianas y personas transgénero, "sino que le caen bien".
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