Si hubiera que definir a la actriz argentina Marilú Marini con una palabra, yo diría: estilo. Estilo en la forma de conducirse, de andar, de sentarse o, incluso, ponerse de pie. Estilo en esos atuendos sin tiempo, cuyos diseños parecen pertenecerle, en un hallazgo de sobriedad de aquellas épocas donde las mujeres eran también obras de arte (según decía Victoria Ocampo); o en los gorros o sombreros que suele ceñirse con natural elegancia. Estilo, sobre todo, en la interpretación.
Esta vez no es la excepción: los textos son de Santiago Loza (obsesionado en extensos monólogos femeninos), la dirección (imaginativa) de Alejandro Tantanian y con canciones en vivo, pero el espectáculo es Marilú.
En la piel de una sencilla ama de casa que cuenta sus vicisitudes y pensamientos, mientras espera, tras tres años de ausencia, la visita de su hijo homosexual, en pareja con un hombre de color; Marini realiza un trabajo deslumbrante e imperdible.
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