La escuela que abraza a los niños transexuales. El IES San Isidro de Madrid es pionero en la aplicación de un programa de género transversal y en la prevención de acoso homofóbico entre sus 1.400 estudiantes
En Madrid hay un claustro barroco en el que cada primavera se cuelga una gran bandera arcoiris. Su sola visión causaría un cortocircuito en ciertos sectores de la sociedad, pero resume el trabajo de uno de los centros educativos más comprometidos con la diversidad sexual de nuestro país. Se trata del IES San Isidro, un instituto histórico que educa a 1.400 alumnos en pleno centro de la capital. Mientras la mayoría de escuelas se las ven y se las desean para evitar episodios de acoso homofóbico, en el San Isidro trabajan con éxito en el último estadio de la diversidad: la integración de alumnos transexuales en las aulas.
“Es tan simple como tener un ideario y ponerlo en práctica. Siempre se habla de los valores de igualdad y libertad, pero parece que se quedan ahí, en grandes palabras”, explica José Enrique Pelegrín, profesor de Lengua y Literatura y uno de los responsables del programa de igualdad de género transversal que rige en el centro. “El padre que trae aquí a su hijo debe saber que esta es una escuela inclusiva en la que no hacemos distinción por nacionalidad o identidad sexual”. Distintos estudios señalan que una de cada 10.000 personas en el mundo es transgénero, aunque hay fuentes que reducen significativamente ese ratio.
"Los alumnos pueden ir al baño que decidan y les damos un carné de estudiante con su nuevo nombre".
Dos alumnos transexuales hacen vida normal en las aulas de 4º de ESO del que fuera Colegio Imperial, mientras un tercero de menor edad está en pleno proceso de “tránsito”. Este concepto designa el momento en que una persona decide hacer visible su auténtica identidad sexual, a través principalmente de su vestimenta y del nuevo nombre con el quiere ser conocida en adelante. “Cuando eso ocurre, nos adaptamos a la nueva realidad”, cuenta Marisa Villalba, titular del departamento de Orientación del instituto. “Los alumnos pueden ir al baño y usar los vestuarios que ellos decidan sin ningún problema, pueden vestir como se sientan más cómodos. La dirección del centro les emite un carné de estudiante nuevo y los profesores registramos al alumno con su nuevo nombre y sexo en nuestras listas internas, a pesar de que en los documentos oficiales tenemos que mantener el nombre y género que indica su DNI”.
“Los profesores deben tener la actitud de informarse, de enseñar ya desde la guardería que no hay un género masculino y otro femenino, sino que en la vida todo es diversidad, que un niño no debe ser encerrado en dos géneros en base a sus genitales, porque es entonces cuando estás creando las fobias. Si desde las escuelas se supiera atajar la discriminación, reduciríamos mucho el acoso que sufren los niños transexuales, que no son sino niños obligados a gestionar una presión que les sobrepasa”, reclama Mónica del Puerto mientras su hijo Alejandro, que tiene 11 años e hizo el tránsito al inicio del curso en septiembre, asiente en silencio.
Si bien cada vez más escuelas aceptan el cambio de género de sus alumnos (uso de baños, cambio de nombre en las listas internas), las tragedias continuan salpicando el panorama social, como el suicidio del joven Alan el pasado 24 de diciembre en Barcelona, harto del acoso escolar que estaba sufriendo.
Para leer el extenso e intersante artículo publicado por la página web elconfidencial.com, pinchad aquí.
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