La sigla: LGBTI. Sus componentes: Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transgeneristas e Intersexuales, cada uno con características que los diferencian de los demás. Su anhelo: que se les reconozca el derecho a existir en la diferencia y a formar parte de la sociedad sin que se les discrimine, señale o, más aun, violente. Ya de por sí la amplitud de la sigla habla de la diversidad como una característica que está presente en lo que hasta hace poco tiempo se consideraba un grupo homogéneo de personas: el de aquellas que sienten predilección, en el afecto y en el deseo, por los individuos de su mismo género. Es diverso el grupo de las personas homosexuales, tanto como es diversa la sociedad. Sin embargo, para hacer más sencilla la expresión de lo que aquí se busca decir, hablaremos de dos tipos de homosexualidades: el de las lesbianas y el de los gays.
Desde los años sesenta del siglo pasado hay antecedentes de actividad social y visibilización de las homosexualidades, pero, en lo referente a los derechos de esta comunidad, dos cosas importantes han ocurrido en las últimas décadas en Colombia: la promulgación de la Constitución de 1991, amplia en lo concerniente a los derechos de quienes habitan el país, y la toma de conciencia de muchas personas de ambos sexos de que la condición homosexual no tiene por qué ser un motivo de exclusión, censura o violencia. Aún falta mucho terreno por recorrer, pero entre el ambiente favorable que desde lo legal estimula la Carta Política y la lucha –activa o pasiva, ruidosa o silenciosa– de muchos individuos y colectivos, poco a poco la sociedad ha ido abriendo espacios de inclusión y reconocimiento. En pocas palabras, hoy ser homosexual no es una tragedia, una enfermedad o una aberración para el sujeto ni para su familia. O, por lo menos, en gran parte del país están dadas las condiciones para que se entienda su naturaleza.
Un estudio desarrollado por el Grupo de Investigación en Conflictos y Organizaciones, de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali, muestra varios resultados llamativos. El primero de ellos es que el tema de la homosexualidad ha sido poco atendido en el ámbito universitario, y esto a pesar de que el ámbito académico es por definición el espacio donde los sujetos tienen –o deberían tener– mayor campo de acción para expresar sus diversas particularidades. Esta carencia se debe al escaso estudio de la relación homosexualidad-universidad, tal vez porque el interés de las ciencias sociales por el asunto homosexual es reciente y que la universidad colombiana es reflejo de un sistema educativo concentrado en lo heterosexual.
El estudio se llevó a cabo en dos universidades de Cali, una pública y una privada. Su objetivo central era analizar los procesos de socialización de los gays y lesbianas en el ámbito universitario y de paso identificar, valorar y comparar las políticas institucionales dirigidas a este segmento de lo población estudiantil. Desde el punto de vista de los y las jóvenes, entre los hallazgos hechos está el que metodológicamente, lograr entrevistas con lesbianas fue más difícil que con gays, posiblemente por los miedos, temores y el peso de una sociedad heteronormativa; desde el punto de vista de las universidades, lo ya mencionado en el sentido de que el sistema sigue privilegiando el modelo tradicionalmente aceptado de comportamiento sexual. Esta es una expresión más de las desigualdades que caracterizan a nuestra sociedad, que en buena medida sigue siendo heterosexista, racista y clasista.
No obstante lo anterior, el estudio también encontró que la comunidad académica universitaria colombiana ha avanzado en la aceptación de los diversos tipos de sujetos que conforman la sociedad: mujeres, afrodescendientes, indígenas y homosexuales, cada condición con sus propias diversidades. O sea: la universidad ha descubierto que sus estudiantes no son una masa homogénea y además ha empezado a reflexionar sobre la importancia de la propia institución como agente de socialización. Pero aunque la universidad esté por fin pensándose a sí misma como algo más que una fábrica de profesionales, el estudio también demuestra que se ha quedado corta en la discusión sobre las diversidades. En lo que tiene que ver con lo sexual y de género, la máxima instancia de la educación está rezagada y limitada en su capacidad de respuesta por las presiones sociales; la discusión se ha desarrollado con mayor dinamismo en otros ámbitos. El estudio llama la atención sobre el hecho de que la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN) no ha incluido la diversidad sexual entre los temas del bienestar universitario, cuando sí lo ha hecho con otros asuntos como la atención a los discapacitados, indígenas y afrodescendientes, el voluntariado, la deserción estudiantil y la acreditación institucional.
A pesar de lo anterior, es evidente que la universidad es la instancia en que mayor aceptación encuentran los jóvenes gais y lesbianas. Otras, como la familia y las instituciones educativas de los niveles primario y secundario, no siempre ofrecen al individuo espacios y alternativas para que desarrolle su identidad de una manera positiva e incluyente. En la universidad, los jóvenes tienen mayores oportunidades de integrarse a redes de amigos tanto homosexuales como heterosexuales, lo que redunda en que estos últimos presenten menores niveles de rechazo (homofobia). Para los gays y lesbianas, por consiguiente, la universidad representa un espacio de libertad y tranquilidad. Aun así, es frecuente que la comunidad universitaria sancione los comportamientos de carácter homosexual, si bien el estudio no halló evidencia de que las instituciones como tales impartan algún tipo de sanción para estos comportamientos.
Para terminar de leer el articulo publicado por la página web entornointeligente.com pinchad aquí.