Les diré algo que sonará a sentencia: muchos se avergonzará de la homofobia en el futuro. Pasa hoy en día con el racismo: uno ve esas fotos viejas de los periódicos en donde aparecen multitudes de blancos protestando a favor de la segregación racial y las primeras frases que se nos vienen a la cabeza son “qué gente más bruta, qué gente tan despiadada”.
Incluso la xenofobia ha cogido por el mismo camino. Basta con ver el concepto general que el mundo tiene del nazismo o del fascismo para darnos cuenta de cómo aquellas posturas ideológicas sólo producen burla y rechazo. Hacer de Hitler o de Mussolini en nuestros tiempos implica arrastrar sobre nuestra personalidad un chiste de mal gusto que nadie quiere protagonizar.
Así que les advierto a todos los que protestan en contra del matrimonio igualitario y de la adopción por parte de parejas del mismo sexo que reconsideren su postura. O al menos que sean más respetuosos con ella. No vaya a ser que en un futuro no muy lejano se vean igual de ridículos que los encapuchados del Ku Klux Klan.
Cuando salgan a la calle a gritar consignas acusadoras contra el derecho de los niños a ser adoptados por homosexuales, piénsenlo bien. La historia siempre se ha encargado de ridiculizar al dogmatismo censurador y a las injusticias. Es nuestro deber salvarnos de aquel circo en donde las décadas nos van vistiendo de payasos. Con sólo imaginar lo que será el procurador Alejandro Ordóñez para la Colombia del mañana ya me estoy partiendo de risa. ¿Qué necesidad hay de hacer parte de aquel lamentable muro de la infamia que no acepta la diversidad sexual y que con los años será visto con reprobación?
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