¿QUÉ ES LA DIFERENCIA SEXUAL? Se usa como referencia a la diferencia entre los dos sexos, masculino y femenino. Desde el punto de vista biológico, incluye otra serie de diferencias no visibles (hormonales, genéticas, psicológicas, emocionales, etc.). También se puede definir la diferencia sexual como una realidad corpórea presente en todas las razas, etnias, clases, culturas y épocas históricas, que nos afecta subjetiva, biológica y culturalmente. En este sentido, la lógica del transgénero contribuye a “esa” diferencia sexual.
Existe una tendencia a sustituir el termino “diferencia sexual” por “género”. En el libro de Marta Lamas “Cuerpo, diferencia sexual y género” (Ed. Taurus), la escritora menciona a la profesora estadounidense Constance Penley, que a su vez lo significa así:
”género es una forma de referirse socialmente a las identidades de hombres y mujeres”.
El sexo entonces estaría incluido en un medio de relaciones sociales. Pero por eso mismo es por lo que no está del todo contemplado. La sustitución del concepto diferencia sexual por género simplifica el problema de de la relación de lo social con lo psíquico y esta “resistencia” ayuda a comprender que la diferencia sexual sólo proviene del inconsciente y lo que está en juego son los factores sociales que rigen a un sujeto. Freud plantea que un sujeto “está dividido” y que la clave del nudo humano es la falta y la carencia de satisfacción personal, en un mundo de deseos inconscientes ligados a señas y conductas impuestoa de forma externa. Es a partir de esta contradicción, que la satisfacción resulta una noción problemática para el propio individuo.
Hoy se acepta que la sexualidad es algo natural que ha sido y es construida: la cultura como tal denigra al cuerpo y al acto sexual bajo una tendencia de lo prohibido. Así, sin educación sexual ninguna cultura avanza, prevaleciendo visiones de dominación y represión. Entonces se define sexo como “el carácter que indica las funciones biológicas y rasgos anatómicos”. En estas condiciones el uso práctico de género es para separar socialmente algo que es diferente de todo lo neutro.
Su utilidad radica en que términos como “paciente” no señalan explícitamente su sexo y esto puede ser un avance dentro de nuestra sociedad. Para hablar de transgénero debemos caracterizar un modelo predominante de conducta impuesta a la humanidad de forma limitante y opresiva, pues no da cuenta de la multiplicidad de posturas y de las infinitas identidades de las personas.
DE-CONSTRUCCIÓN DE GÉNERO:
Transgénero es una de esas tantas identidades oprimidas por la cultura dentro de la diferenciación de sexos.
Ser transgénero es transgredir más allá de una subversión cultural donde la mecánica principal será de-construir el género, como señala Judith Butler en su libro “Deshacer el género”, elegir el género significa que una persona interprete las normas de género recibidas de tal forma que las reproduzca y las organice de nuevo”. Para comprender mejor esto, digamos que “lo natural” es lo más marcado por nuestros mitos culturales que sirven sólo para construir un sentimiento compartido de pertenencia y de identificación.
Para establecer que ser transgénero no se tome como desigualdad o aberración social, se deberá “forzar el reconocimiento del carácter diverso e inesperado de una gama de identidades sexuales”. La persona transgénero será entonces utilizada política y socialmente como el feminismo, inevitable después de su “aceptación social”, corriendo la misma suerte que la homosexualidad y no por ello dejando de ser un impulso de liberación del propio ser humano. En un futuro quizás -esperando que sea muy cercano- se podrá hablar de lo “Polisexual”, una sociedad de “cuerpos y placeres”. Esto aún es difícil de conceptualizar pues hay esquemas y estereotipos de género opresivos muy fuertes culturalmente heredados. Todo esto se traduce a que nuestro sistema actual es anacrónico e intentar superarlo equivale a violar y agredir a nuestra estructura tradicional de pensamiento. Ante esto una persona transgénero tendrá que cambiar las actividades y papeles sociales asignados al ser humano, pues sólo así nuestra cultura irá aceptando lo que hoy se califica de “anormal” partiendo de esa ignorancia y desconocimiento.
El problema que lleva de nuevo al principio de todo no es plantear un modelo andrógino, sino que la diferencia no se traduzca en desigualdad. Del mismo modo, si bien toda nuestra experiencia de vida está marcada por el género, también tenemos -como seres humanos- una comunión de aspiraciones y compromisos que con frecuencia nos une más que simplemente las cuestiones de género. Así habría una nueva definición de género como sigue: Género-Humano: a este género pertenecen hombres y mujeres, no importando su diferenciación sexual.
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