Hablar de homosexualidad y ciencia y religión, todo esto en la misma frase parece ser complicado, pero nos hemos encontrado con un extenso artículo firmado por José Manuel González Campa en la pagina web protestantedigital.com, y consigue ofrecer ambos enfoques en el mismo texto.
...la homosexualidad actualmente es considerada como una condición con la que la persona nace, y en los días actuales está considerada, por muchos que la defienden o practican, como una acción libre de realización sexual, tan natural como cualquier otra.
En cuanto a la homosexualidad hay descritas diversas desviaciones, y esto es comprobable en la experiencia clínica de todos aquellos que vemos a personas con alguna o algunas problemáticas que guardan relación con el desarrollo de la psicosexualidad. Y dentro de las desviaciones sexuales se dan dos tipos de desviaciones: a) desviación del objeto sexual. b) desviación del fin sexual. Tanto desde el punto de vista científico, como desde el punto de vista bíblico, se está de acuerdo que la sexualidad cumple dos fines fundamentales.
Uno lo comparte con todos los seres vivos, incluso con aquellos que tienen una vida más simple y elemental, y que no es otro que el de conseguir la prosecución de la especie. Si Dios hubiese querido que las especies se extinguieran, y esto es susceptible de ser pensado desde un planteamiento científico, aunque uno sea ateo, entonces la homosexualidad se daría a nivel de todos los seres vivos y en especial en aquellos que están más cerca del hombre filogenéticamente, pero esto no es así.
No hay, en las relaciones sexuales humanas, determinadas épocas de celo. En los seres humanos la finalidad de las relaciones sexuales, además de la prosecución de la raza, tiene una dimensión sublime y superior: conseguir una auténtica realización del ser mediante la comunicación más profunda del YO con el TU.
Para los que el término homosexualidad ya les escandaliza mucho, en ocasiones somos más papistas que el papa, sancionan lo que, quizá, la Palabra de Dios no sanciona. Para poner un ejemplo, que explicite un poco lo que estoy diciendo, les pondré unas referencias paradigmáticas que pueden contribuir a clarificar, con más riqueza de contenidos, diversos aspectos del término homosexual.
El término amor no se puede aplicar solo al campo de la sexualidad, o al amor heterosexual que se practique entre un hombre y una mujer. El amor tiene una dimensión más amplia que todo eso. La amistad puede conllevar cariño, afecto profundo y en definitiva amor, sin que estos sentimientos entrañables, estén relacionados directamente, con actividades hetero o homosexuales: la amistad entre un padre y un hijo, entre una madre y una hija, entre dos hermanos o dos hermanas, entre dos amigos o amigas constituye, sin ambages, una relación homosexual; dado que se da entre dos personas del mismo sexo.
El término homo significa igual. Es decir se trata de una, relación amorosa entre dos personas del mismo sexo. Pensemos que la homosexualidad, en este sentido, la practicamos todos. Y esta expresión del amor filial, fraternal, no implica contenidos o prácticas homosexuales. Además, debo añadir que hay homosexuales, que se sienten, que se vivencian como tales, y no practican relaciones homosexuales.
Por otro lado, la incidencia de la homosexualidad a nivel mundial, y esto es aplicable a España, es que el 1 al 4% de todos los varones son homosexuales. Pero de ahí, no se sigue que todos practiquen la homosexualidad. Por consiguiente contaríamos que en nuestro País hay un millón ochocientos mil homosexuales masculinos. En cuanto a las mujeres, la cifra es más baja, entre el 1 o el 2% de las mujeres españolas son homosexuales o lesbianas. De aquí se deduce que en España existen unas 840.000 españolas con esta problemática. La suma total de homosexuales de ambos sexos es muy alta, y sin duda repercute en múltiples aspectos de nuestro devenir diario. Influye en la conducta de las personas con repercusiones a nivel psico-social, socio-laboral, socio-económico, socio-político e ideológico.
La relación amorosa, afectiva y emocional entre dos personas del mismo sexo, no implica, necesariamente, que estemos hablando de una relación homosexual con práctica y motivación homosexual explícita. Para ir avanzando en la consideración de la homosexualidad, desde el punto de vista científico, tenemos que hablar del cerebro y, también del cuerpo humano: para poder hablar de lo que se sabe y de lo que no se sabe. Todo lo que funciona en nuestro cuerpo está gobernado por el cerebro, absolutamente todo.
La corteza cerebral controla el hipotálamo, y éste produce unas sustancias que, a su vez, actúan sobre una glándula que tenemos en la base del cerebro, alojada, en un marco óseo denominado “silla turca” por tener la forma de una silla de montar a caballo. La glándula que se aloja en esta silla turca se denomina hipófisis. La hipófisis segrega unas sustancias que controlan casi toda nuestra vida. Esta glándula llamada hipófisis o glándula pituitaria tiene una parte posterior denominada adenohipófisis y una parte anterior conocida como neurohipófisis. Algunas de las sustancias, que a su vez segrega la hipófisis se denominan gonadotropinas.
Las gonadotropinas se denominan así porque van a estimular las gonadas masculinas (testículos) y las gonadas femeninas (ovarios). Así que nos encontramos con la relación siguiente: corteza cerebral –hipotálamo-hipófisis-glándulas sexuales (testículos y ovarios). Los ovarios producen hormonas sexuales femeninas (estrógenos y progesterona). Los testículos producen hormonas masculinas (andrógenos). Ahora bien, toda esta complejidad glandular y hormonal en una problemática de homosexualidad está funcionando continuamente. Del equilibrio de todo este juego depende la orientación sexual que una persona va a tener.
No depende de un acto de libérrima voluntad y que nos puede llevar a sacar la conclusión “de que esta persona es así porque le da la real gana”. Naturalmente que hay personas que se comportan y conducen homosexualmente porque quieren, pero de esta cuestión hablaremos cuando abordemos el tema de la homosexualidad desde el punto de vista teológico.
El temperamento está regulado, fundamentalmente, por los genes y tiene que ver con lo constitucional de una persona. El carácter depende de influencias peristáticas; es decir, de influencias que proceden del medio- entorno del individuo. La conjunción entre aquello que se hereda y aquello que se recibe del perimundo de un ser humano, da lugar a que una persona tenga una manera de ser y de estar en la vida. Esto desde el punto de vista, puramente físico. Pero ¿qué es lo que se piensa hoy al respecto? Porque durante mucho tiempo se pensaba que la manera de ser y de estar de una persona dependía, fundamentalmente, de lo genético. Y que por lo tanto, si un individuo tiene determinados condicionamientos genéticos, no podrá más que terminar obedeciendo a aquellos mensajes que vienen desde sus genes.
Hoy, en día, ya no se piensa así, ni por los científicos más organicistas. Hoy se sabe que lo que más influye en la conducta de una persona no es lo endógeno (lo que viene de nuestra esfera de la intimidad orgánica), sino lo exógeno (lo que procede de nuestra perístasis, de nuestro perimundo). Podemos afirmar que nuestro funcionamiento bioquímico, fisiológico y somático puede ser modificado por la influencia de pensamientos, doctrinas e ideologías que proceden del medio en que vivimos inmersos.
La sexualidad y su orientación se da, incluso, antes de que el ser humano nazca. Y antes de que tenga tres meses el embrión. Naturalmente no estamos comparándola con la sexualidad de un adulto; en absoluto, pero la sexualidad y las hormonas sexuales funcionan antes del nacimiento de un ser humano, cuando se encuentra en el claustro materno. Por eso declinarse sobre un tema de homosexualidad, resulta bastante difícil incluso para los especialistas.
Aunque, los avances en genética han ayudado mucho a poder superar las dificultades al respecto. Al ver el cuerpo de un recién nacido parece que es muy fácil determinar su sexo y poder afirmar: es una mujer o es un varón. Pero las cosas no son tan sencillas, la mera apariencia física no determina, sin más, la identidad sexual de una persona. Físicamente puede parecer que es una mujer y tratarse solo de una pseudo mujer, dado que en el interior de su cuerpo existen escondidos los verdaderos órganos sexuales de un varón.
Un niño recién nacido ya tiene desde el punto de vista psicoanalítico, contenidos sexuales, claros, a nivel inconsciente, que van a influir en el desarrollo de su psicosexualidad. En cuanto a este desarrollo se describen tres etapas, desde el mismo momento del nacimiento de un ser : la fase ORAL, la fase ANAL o SADICO-ANAL y la fase GENITAL. Todo esto viene a enseñarnos que cuando una persona nace, ya nace con instintos sexuales. Alguien se puede preguntar: ¿un niño al nacer, ya nace con instintos sexuales? Efectivamente. Un recién nacido tiene instintos sexuales y claros.
Aunque nos parezca increíble, los niños y niñas de cuna suelen moverse mucho en la misma durante la noche, y los especialistas, siempre buscan la causa, y piensan que esos movimientos son debidos a la acción de ácaros o lombrices, pero al no encontrar la confirmación de sus sospechas han terminado por descubrir que los movimientos de esos pequeños son debidos a que se masturban inconscientemente. Naturalmente el niño no tiene consciencia de lo que le está sucediendo.
En la etapa oral el instinto sexual está ligado al aparato digestivo, a la boca. En los adultos la boca no solo se utiliza para comer, también se utiliza para besar y para diversas actividades que tienen mucho que ver con las relaciones sexuales de las personas.
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