La tarde comienza a dar paso a la noche acompañada del frío de la sierra madrileña. La Gran Vía a rebosar de gentío; todos como hormiguitas entrando y saliendo de sus respectivos agujeros. Las luces brillantes de los comercios hipnotizan a cualquier transeunte que se acerque, tentándolo a entrar y consumir sus productos.
Me detengo ante un precioso escaparate y me dejo seducir por las acogedores prendas de invierno que en él se muestran impasibles ante mis ojos.
Abro mi cartera esperando que se haya producido el milagro de los panes y los peces. Mal asunto. No encuentro más que cinco míseros euros.
Intento ser positivo; solo me separan 165 euros de ese maravilloso abrigo que tan orgulloso podría lucir este fin de temporada invernal.
Me paro a pensar en esa idea preconcebida que tiene mucha gente de nosotros, los gais , de que nadamos en la abundancia y que nos hace ser un público objetivo muy tentador para cualquier empresario. Naturalmente los hay, pero yo no soy uno de ellos y a lo mejor, tú que me estás leyendo estás en mi misma situación.
De todos modos entro en la tienda y me permito fantasear con la idea de que ese abrigo ya me pertenece. Me enfundo esa maravilla de prenda forrada de satén rojo y envuelta en un acogedor paño color tostado y lo dejo deslizarse por mis brazos dejándolo que se vaya acostumbrando a mi cuerpo. Lo atraigo hacia mi como si se fuera a escapar en cualquier momento. Me miro al espejo, doy una vuelta sobre mi mismo y me paro a observar los detalles de los acabados. Parece hecho especialmente para mi, se adapta perfectamente a mi anatomía.
Finalmente el dependiente de la tienda me hace despertar súbitamente de mi ensoñamiento y me pregunta si me puede ayudar en algo.
-Solo estaba mirando- le respondo tímidamente.
De la misma manera que vino se fue.
Me cuesta devolverlo a la percha donde estaba colocado y me despido de él con cierto sentimiento de frustración.
Cuando atravieso las puertas del local el frío y el bullicio de la multitud me devuelven cruelmente a la realidad.
Tengo que ser realista. No me lo puedo permitir.
Sigo caminando sin rumbo fijo pensando en lo ocurrido. Puede que este abrigo no esté a mi alcance pero por ello no tengo porqué resignarme a encontrar otro igualmente bonito y confortable que se adapte mejor a mi presupuesto. Me convenzo de que la moda no tiene que estar al alcance de unos pocos y cuando digo “moda” me refiero a productos de calidad y de tendencia.
Creo que ese debe ser el objetivo; encontrar tu estilo e intentar adaptar tu economía a la gran variedad de posibilidades que están en el mercado pero que en muchas ocasiones no sabemos donde comenzar a buscar. Abrirse a nuevas posibilidades e intentar innovar en lo que se refiere a la moda masculina.
Marcarse un look propio y original no siempre tiene que ser sinónimo de grandes marcas y precios desorbitados.
Fotografías por Pas Ibañez.
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