El primer capítulo de la recientemente estrenada serie en el Reino Unido Cucumber (Pepino) escrita por el mismo genio que hace quince años deleitó al mundo contando las peripecias de un grupo de jóvenes amigos gais en Manchester en la versión original de Queer as Folk muestra la representación más humana del alcoholismo que haya visto en mucho tiempo, según publica el sociólogo Nacho Díaz en la página web politicalocal.es
La caracterización de un hombre gay pasados los cuarenta incapaz de mantenerse erguido sin sus muletas porque los dos litros de vodka que se bebió al día durante décadas le produjeron la total descalcificación de sus caderas hace honor a muchas historias similares que me llevo encontrando en mi vida desde que a muy temprana edad descubrí que Paul Newman ahogaba en bourbon su rechazo a Elizabeth Taylor en La Gata Sobre el Tejado de Zinc Caliente por seguir enamorado de su difunto mejor amigo y no querer admitirlo.
A pesar de los casi sesenta años y la distancia que separan el sur de los Estados Unidos y el moderno Manchester, donde Cucumber también está ambientada, el bienestar emocional de algunos gais sigue constreñido por el carácter destructivo de la interiorización de la homofobia y la necesidad de encontrar mecanismos de escape para bien librarse de la angustia de no poder ser uno mismo o también para reconciliarse con sus sentimientos libre de la presión ejercida sobre ellos por distintos factores sociales como el rechazo o la burla.
Estos mecanismos en muchos casos llevan el nombre bebidas alcohólicas y drogas consumidas en forma desmedida dejando atrás los buenos efectos recreacionales que algunas de estas sustancias proporcionan para alejarse de lo hostil de forma momentánea y puntual cuando no para reencontrarse con uno mismo.
Si ese supuesto y merecido retiro se convierte en la única manera de vivir y si también encuentra su asiento en los lugares de ambiente entonces el abuso del alcohol y las drogas empieza a construir los barracones individuales del campo de concentración que es la adicción.
De esta forma la moderna, globalizada y hedonista cultura gay comienza a atrapar a sus más débiles adeptos privándolos de cualquier tipo de brisa humana, forzándoles a consumir la ilusión de sentirse gay en los compartimentos estancos de sus frustraciones personales para relacionarse con los demás, sin tener en cuenta que ser gay es algo que sobrepasa con creces los burdos y estrambóticos estereotipos de mercado asentándose en pilares tan dispersos como los mundos descritos por Jean Genet o las historias personales de Edmund White o Juan Goytisolo que constituyen todo un ejemplo de triunfo ante las adversidades y también una exaltación de lo proscrito.
Por este motivo, el alcohólico seco de Cucumber introduce de una forma magistral la realidad de todos aquellos que se quedaron atrás en la gran revolución del Gay Power de los noventa trayendo a colación la necesidad de evaluar hasta qué punto la libertad que los gais hemos demandado siempre estaba o no condicionada a las expectaciones dictadas por el régimen de la economía de mercado que tanto prometió nuestra integración como consumidores dejando a un lado nuestras necesidades personales.
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