"Todavía hoy" hay muchos hombres que "se asustan del poder sexual de las mujeres". Convencida de que el placer "infinito" del que son capaces de disfrutar las mujeres les otorga además "un poder infinito", la escritora italiana Antonella Cilento advierte de que "todavía hoy" hay muchos hombres que "se asustan del poder sexual de las mujeres".
"Sí (insiste la escritora napolitana en una entrevista con Efe) muchos hombres están aterrorizados de lo femenino en general, en cualquiera de sus manifestaciones: mujeres, homosexuales o transexuales".
De todo ello va precisamente la primera novela que Cilento publica en español, "Lisario o el placer infinito de las mujeres", editada por Alfaguara, una historia ambientada en el Nápoles del virreinato español, en los primeros años del siglo XVII, una ciudad de revueltas y epidemias, "hecha de hidalgos, caballeros, caras de perro y abogados. De curas y furcias".
Una urbe barroca "empobrecida por los impuestos españoles", que atrae a grandes pintores del resto de Europa, españoles, lombardos, holandeses, flamencos..., habitada por poetas y escritores y en la que "la delincuencia y la prostitución están fuera de control". "La ciudad de hoy -comenta Cilento- se le parece todavía muchísimo".
Por su caótica estructura urbana se pasean los españoles "de rostro melancólico y piadoso" que llenan los burdeles "con aspecto de haber venido a follar con cilicio", escribe la autora.
Napolés es, pues, mucho más que el telón de fondo en el que transcurre la historia de Lisario, una joven muda y narcoléptica que vive con naturalidad su placer.
Algo que nunca acabará de entender su esposo, un "medicucho" catalán, Avicente Iguelmano, que la utilizará como experimento científico, obsesionado por algo que entonces, "y ahora también en muchas ocasiones", puntualiza Cilento, no interesaba a los hombres: el disfrute de las mujeres.
"Creo -destaca la escritora- que la sensibilidad femenina lleva a las mujeres a sentir placer con la imaginación y con toda la percepción física, mientras que normalmente el placer masculino no educado es mecánico, repetitivo, ligado solo a la satisfacción local y poco atento al éxtasis compartido".
"El placer masculino es uno; el de las mujeres múltiple y está diversificado", insiste.
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