En total seis parejas conformadas por personas del mismo sexo, casadas en el exterior, han intentado que el Registro Civil venezolano archive sus actas de matrimonio para que la unión sea legal en el país. En ninguno de los casos han recibido el documento. Incluso, algunos los han intentado en los Consulados respectivos, y nada.
Con el título "El laberinto legal de un bebé con dos madres. La Asamblea Nacional mantiene engavetado un proyecto de ley sobre matrimonio igualitario: los diputados debieron haberlo discutido el año pasado y no lo hicieron", publican en la página web eltiempo.com.ve un interesante artículo sobre derechos LGTBI.
La mujer, Migdely Miranda Rondón, viuda de Giniveth Soto -sobrina del diputado chavista Fernando Soto Rojas- está despeinada, en cholas, con un bebé – que llora, se calla, vuelve a llorar, se vuelve a callar; se duerme- en sus brazos.
-Mírame, estoy como una loca. Desde que mi esposa murió ando en una corredera. Ella se encargaba de todo. ¿Verdad, hijo? ¿Verdad que esa mamá nos hace mucha falta?
El niño llora.
La madrugada del sábado 13 de diciembre pasado mataron a Giniveth Soto de un tiro en la cabeza, cuando intentaron robarle el Volkswagen con el que trabajaba como taxista.
Por el vínculo con el parlamentario chavista, el crimen puso sobre el tapete –de nuevo- el tema de la inseguridad. Y desató –también de nuevo- las quejas de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (Lgtb) por la falta de amparo legal: como aquí no está protegido el matrimonio entre personas del mismo sexo, Salvador Gabriel, de cuatro meses de edad, quedó desprotegido, en un limbo jurídico.
Giniveth Soto y Migdely Miranda - psicólogas, 32 años la primera, 31 la segunda- se conocieron en mayo de 2012 trabajando juntas. Se hicieron novias de inmediato, y en junio de 2013 se casaron. Para eso viajaron a Rosario (Argentina). Allá, desde 2012, las parejas del mismo sexo, extranjeras, pueden contraer nupcias. Regresaron a Caracas con el plan de ser madres.
–Decidimos que fuera de las dos.
La forma que encontraron fue la fertilización in vitro: que un óvulo de Giniveth, (fecundado con ayuda de un banco de semen) fuera gestado por Migdely. El costo del procedimiento rondó los 150 mil bolívares. Hicieron rifas, juntaron sus sueldos, le pidieron ayudas al gobierno (en un documento consta que el Ministerio de Comunas les tramitó un aporte de 45 mil bolívares).
Decidieron que el niño naciera en Argentina, para que tuviera los apellidos de ambas. Y así fue: el pequeño se llama Salvador Gabriel Soto Miranda.
–Nos fuimos como estudiantes. Pero no tuvimos los dólares Cadivi completos. Hasta hambre pasamos.
El niño llora, desesperado.
–Ya va. Déjame darle pecho a ver.
Giniveth Soto y Migdely Miranda intentaron varias veces que su familia existiera (legalmente) en Venezuela. Pidieron que el Registro Civil (RC) introdujera su acta de matrimonio en los archivos, para que la unión fuera válida en el país.
Se lo negaron, porque –les dijeron- aquí solo pueden casarse un hombre y una mujer. La respuesta escrita –que solicitaron y les llegó meses más tarde- está firmada por el director del RC, Alejandro Herrera, y dice: “El acto nupcial analizado no se corresponde con el ordenamiento jurídico venezolano (…)”.
Si bien en Venezuela las parejas homosexuales no pueden contraer nupcias, la Constitución no prohíbe el registro de esas uniones realizadas fuera del país. Y de acuerdo con un dictamen del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), de 2008, no existe un impedimento explícito para el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Solo que la AN debería legislar para que sea posible. Pero no lo ha hecho.
Adrián recalca el atraso del Estado Venezolano: “Las constituciones de Colombia y Brasil, por ejemplo, dicen también que el matrimonio es entre hombre y mujer. Y los máximos tribunales de esos países interpretaron que eso implicaba una discriminación. Aquí el TSJ dijo lo contrario”.
–Ya el niño dejó de llorar. ¿Se durmió? Cuando solicitamos que introdujeran en los archivos la partida de nacimiento del niño, para que tuviera la nacionalidad venezolana, ocurrió lo mismo. Él es Soto Miranda, pero aquí no lo quisieron registrar, porque el formato dice: “papá” y “mamá”. Hasta nos insinuaron que lo registrara una sola. ¿Entonces para qué me fuí a parir a Argentina?
El caso es más complejo: en Venezuela la familia Soto-Miranda no existe. Y con el asesinato de Giniveth todo se complicó: como no son esposas están las interrogantes: ¿Quién hereda el apartamento? ¿Y el carro, que también era de Giniveth? ¿Y el bebé argentino? ¿Quién es la madre? (Porque aquí solo puede haber una mamá).
-No es tan sencillo que yo diga: “La madre es mi esposa” o “la madre soy yo”. Te lo digo: no es sencillo.
Hay dos opciones. Si el pequeño queda registrado como hijo de la fallecida, sus abuelos podrían quitárselo a Migdely, pero la casa y el carro (de Giniveth) le quedarían al niño. Si se reconociera el matrimonio, a Migdely le correspondería la mitad de los bienes. (“Pero mi caso no se ha discutido, al niño lo ampara la ley, a mí no: es como si no existiera”).
En caso de que Migdely lo presente como suyo, no se le reconocería el vínculo con Giniveth (su mamá biológica, porque fue la que aportó el óvulo). Y el niño no podría heredar.
Después del fallecimiento de Giniveth, el colectivo Lgbt protestó frente a la AN. Y luego Migdely mantuvo una mesa de trabajo, en las que estuvieron la rectora del CNE, Sandra Oblitas; representantes del Consejo de Protección de los Derechos de los Niños, del Ministerio de la Mujer, del Registro Principal, de la Defensoría del Pueblo, de la ONG Venezuela Igualitaria. Trataron de resolver el acertijo, y no llegaron a nada. Al final, le pidieron a Migdely que consigne pruebas de que ella fue la que dio a luz.
-¿Esas pruebas para qué?
-No sé. Quizá para que yo quede como la madre, porque según la ley, en Venezuela la madre es la que pare. Me darían una partida de nacimiento en la que el niño aparecerá con mis apellidos. Quizá luego comprueben, con análisis de ADN, que él es hijo de Gini.
Aquí no se ha legislado sobre la maternidad sustituta. En este caso las dos quieren figurar como madres. Pero hay quienes recurren a un vientre “prestado” para dejar descendencia y no desean que la madre “de alquiler” tenga derechos sobre el niño. En 2014, una pareja que procreó bajo esa modalidad pidió a un tribunal que el bebé llevara el apellido de la madre biológica, no - como estaba en la partida de nacimiento- de quien lo dio a luz. El tribunal lo declaró con lugar. Pero en el caso Soto-Miranda todo es diferente.
Para leer el interesante artíuclo completo, pinchad aquí.
© 2014 - 2024 Development by Clara Díaz Fonticoba. All Rights Reserved.