TEngo que reconocerlo, encontrarme un titular en una revista del corazón, como és en este caso "Lecturas", con un titular como el que acompaña este artículo me ha fascinado. Pero mucho más la "simpleza" de la respuesta: "no tengo porque aclarar nada de mi orientación". ¡Chapó!
Es un niño. No es que sea infantil, pero sí que desprende un candor que te lleva inexorablemente a hablarle en diminutivo. Enriquito. También es competitivo, de esos que te hacen monerías y te pueden llegar a decir “déjame ganar… que estoy malito”, pero cariñoso; mentirosete pero muy naif; curioso y, a veces, volando entre las nubes… Es parte de su encanto, porque para nada es un niño desvalido. Recién cumplidos los 21 montó su empresa y hoy, tres años después, ya tiene una cadena de hoteles.
Enrique Solís es un lince. Estudió en París y Nueva York Bussiness International, pero también se ha arrojado, sin darse mucha cuenta, a los lobos. O quizás sí y los mantiene a raya como Dios le da a entender y no es una frase hecha. Hace un año competía en la IV edición de la Challenge Land Rover, en un discreto segundo plano. En la V, en cambio, era protagonista. A veces, a su pesar. Otras, con la vanidad del niño que ha hecho el dibujo más bonito. En estos 12 meses, abrió hotel en Madrid y apareció en el papel cuché no ya como hijo de Carmen Tello, sino como novio de Tamara Falcó. Él desmiente que tengan una relación sentimental. Dice que son buenos amigos, pero porque no ha surgido la llama, no por nada que tenga que ver con su condición sexual.
Es guapo oficial e icono gay, pero de ambas cosas, quiere mantenerse al margen.
Si tenéis curiosidad por leer la entrevista, pinchad aquí.
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