Hace unos años, en la sala de un apartamento estaban reunidos varios jóvenes que estudiaron en los mejores colegios y trabajaban en empresas exitosas. Con música de fondo, se contaban historias y se pasaba de un tema a otro hasta que un amigo nuestro lanzó el detonante: ¿Y qué tal si Medellín se convierte en destino gay de Latinoamérica? Ese amigo estaba viviendo fuera del país y pensaba que esta ciudad debía tener una mentalidad más abierta y acoger a las parejas del mismo sexo. Después de un silencio fugaz, llegaron las reacciones: no hombre, ¿cómo se te ocurre eso? (artículo publicado en la página web elcolombiano.com y firmado por Adriana Cooper)
La propuesta hablaba de convertir a Medellín en un destino amable para la comunidad homosexual así como pasa en Río de Janeiro, Buenos Aires, Amsterdam, Barcelona o Tel Aviv. Hasta allí llegan parejas homosexuales en busca de descanso o entretenimiento sin tener que enfrentarse a comentarios, desaires o reacciones de la gente que los ve y se opone a su condición.
Esta semana y a manera de ensayo le pregunté a varias personas cómo se sentirían si en esta ciudad se realizaran más eventos para la comunidad gay y ellos lograran vivir abiertamente sin esconder su condición en ambientes laborales o incluso académicos. Hubo silencios, caras pensativas, gestos de pesar. Un par de personas están interesadas en que así ocurra y una señora de cincuenta años que empezó a desearle una sarta de tragedias a la comunidad homosexual, me hizo recordar a los ejecutores recalcitrantes de la Inquisición.
En las últimas semanas ha vuelto a tratarse el tema debido al fallo de la Corte Constitucional que autorizó la adopción de sus dos niños a Ana Elisa Leiderman –madre biológica- y Verónica Botero, una pareja del mismo sexo que vive en Medellín. El tribunal falló una tutela a favor de ambas mujeres, las reconoce como una familia y les otorga derechos. Por otro lado, la Procuraduría General manifestó ante la Corte que los adoptantes deben constituir una familia heterosexual.
Tampoco se trata de hacer una apología a la homosexualidad o convertirnos en centro de eventos gays, pero sí habrá que inventarse algo para que en Medellín la innovación sea también mental y no se quede solo en escaleras eléctricas y edificios inteligentes.
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