Gay, ¿se ex o no se ex?. Tres hombres abandonan la homosexualidad por diferentes vías. ¿Se puede ser ex gay, al menos en la práctica?. Un artículo publicado en la página web sesenio.com.mx ha despertado nuestro interés.
Monterrey, México. Agarras una raqueta de tenis y le pegas a la almohada mientras gritas: “padre, ¿por qué me has hecho esto?”, o cualquier otro reclamo que tengas guardado. O te reúnes con hombres heterosexuales en una sesión de abrazos, caricias y palabras dulces para asociar al género masculino con fraternidad y amistad en lugar de deseo sexual. Así, dice Richard Cohen, se te quitará lo gay.
Cohen ofrece terapias a homosexuales para “curarse” aunque lleva varios años sin licencia de terapeuta y fue expulsado de la American Counseling Association por violar su código de ética. Es autor del libro Comprender y Sanar la Homosexualidad.Antes de juzgarlo como homofóbico, conviene saber que en su libro reserva 15 páginas al apartadoCómo curar la homofobia. Richard Cohen, un ex gay felizmente casado (con una mujer), asegura que ama a los homosexuales y los comprende: “Sé perfectamente lo que sienten, pues yo he vivido en primera persona la misma experiencia que ustedes viven ahora”.
En Monterrey se han recabado casi 12 mil firmas (mediante el sitio web change.org) para evitar que imparta una conferencia en esta ciudad sobre cómo curar la homosexualidad. Pero Richard Cohen no está solo. Entre sus aliados está Daniel Farías, director del grupo Cambio de Rumbo en el Distrito Federal.
Daniel tiene 60 años y 30 siendo ex gay. Se basó en el libro de Richard Cohen para diseñar su propio manual, con el que le da esperanza a padres de familia que se quedan en shock cuando sus hijos les dan la noticia.
En entrevista telefónica con Sexenio Nuevo León, Daniel cuenta que su organización ayuda a los padres a reconciliarse con sus hijos gays al mismo tiempo que los motiva a no estar de acuerdo con la vida que llevan. “Los alentamos a no renunciar a sus hijos ni a conformarse con lo que ellos dicen que son”.
También ayuda a jóvenes homosexuales, pero no a todos: solamente a quienes buscan ayuda. Como Cohen, Daniel Farías teme que lo acusen de homofóbico y aclara que no busca pelear ni discutir con nadie. Él solo apoya a quienes quieren un cambio en su vida; a los demás los respeta.
“Yo tengo muchos amigos gays que viven su vida de pareja. Ellos respetan mi trabajo terapéutico y pastoral y yo respeto su vida”.
Daniel Farías lleva varios años dando terapia pero se graduó hace poco. Y así, como psicoterapeuta experimentado, les dice a sus pacientes que más que aceptarse, pueden cambiar. A él han acudido personas pro-gay que buscan auto aceptarse, pero Farías los canaliza a otros especialistas porque él no hace eso. Él solo cambia a quienes quieren cambiar.
Daniel considera que los homosexuales se sienten muy atacados y ese es uno de sus puntos débiles. Paradójicamente, esta victimización hace que ataquen y tachen de intolerantes a quienes no están de acuerdo con ellos, como Daniel y otros terapeutas de reorientación sexual.
Daniel Farías tenía 30 años cuando “dejó de ser gay”. Vivía con un hombre cuando un pasaje de la biblia lo impactó:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones (…) heredarán el reino de Dios”.
Tras leerlo, Daniel se sintió golpeado y agredido, así que renunció a la biblia. Luego vino el terremoto del 85 en la ciudad de México y aunque su casa no derrumbó, ser testigo del desastre lo hizo reaccionar. Su pareja y él decidieron tomar caminos distintos. Daniel trataría de serle fiel a lo que había leído en la primera carta de Corintios y su amante continuaría con ese estilo de vida que Daniel asocia con prostitución, consumo y gastos inútiles. “Ahora vivo más humildemente”.
A través del teléfono, la voz de Daniel suena imparcial, exenta de sentimentalismos y victimizaciones, como si pasar de ser homosexual a heterosexual hubiera sido tan sencillo como echarse una siesta. Pero agrega que fue un proceso sumamente doloroso.
“Es como si alguien te obligara a volverte lesbiana. Pero tú eres heterosexual”.
Daniel Farías está convencido que nació heterosexual, pese a que “uno se confunde en el camino”.
Rubén García asegura que es y seguirá siendo gay, que siempre sentirá atracción sexual por los hombres, pero que la reprime y vive en castidad. Él vive en Guadalajara, tiene 41 años y es la imagen pública de la organización católica Courage Latino, que ayuda a jóvenes a alejarse de sus hábitos homosexuales. En los ocho años que tiene como miembro de esa organización, ha entrevistado a más de 800 gays inconformes con su preferencia sexual.
Dieciocho años después de su primera relación homosexual (tenía 15 años), Rubén dice que no necesitó ninguna terapia ni visitó ningún psicólogo para abandonar sus prácticas homosexuales, y que la peor táctica para ayudar a otros es la fuerza. “No forzamos, no le decimos a nadie que se tiene que casar (con alguien del sexo opuesto), porque estaríamos violentando su libertad”.
Rubén aprecia la libertad individual, por eso le extraña que grupos pro-gay lo critiquen y demanden.
“¿Cómo pueden hablar de tolerancia? Si tú eres feliz, qué Dios te bendiga; Courage es para quienes no somos plenos en ese estilo de vida”.
Pero hay remedios seculares que aseguran quitarle a uno lo gay, como las terapias de reorientación sexual. Lizzie Cavazos es la directora del Centro Mexicano de Psicotraumatología, con sucursales en la Colonia del Valle y Chepevera, en Monterrey. Cavazos utiliza el método EMDR (Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares, por sus siglas en inglés) para intentar reorientar sexualmente a sus pacientes.
En últimos días, la doctora ha sido criticada en las redes sociales porque el instituto que dirige organiza la conferencia del ex gay Richard Cohen en Monterrey.
“¿Aplica el mismo principio sanatorio para el caso inverso? Es que tengo un amigo al que le gustan las mujeres y preferiría ser homosexual, para llevar una relación sana con un hombre. ¿También se tratan casos así?”, publicó con ironía uno de los muchos inconformes en el sitio en Facebook del evento, en protesta contra Richard Cohen y su conferencia.
Cavazos, una mujer con 29 años de experiencia como psicoterapeuta, dice que el EMDR se basa en que los síntomas negativos (ansiedad, depresión y miedo) son el resultado de experiencias perturbadoras que no fueron procesadas adecuadamente y se quedaron en nosotros como una disfunción. Gracias a este método el cerebro digiere los recuerdos que originan esos síntomas negativos.
Pero otros especialistas utilizan el EMDR en terapias de afirmación sexual en lugar de reorientar sexualmente a sus pacientes. Una terapia de afirmación sexual ayuda a las personas a definir su preferencia e identidad sexual de acuerdo con lo que ellos quieren, dejando a un lado los juicios y creencias morales que calificarían a la homosexualidad como un problema que debe ser “sanado”.
La Asociación Americana de Psicología sugiere que esas terapias pueden causar depresión y tendencias suicidas. Pero lo que sí recomienda es que los terapeutas consideren opciones para que sus pacientes logren reconciliar sus credos religiosos (si los tienen) con sus preferencias sexuales, ya sea cambiando de credo o manteniéndose en celibato. Esto último es lo que hace Rubén García, y le ha funcionado durante ocho años.
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