Sin duda si hay una película por la que se recordará el Festival de Cannes de 2013 será esta: LA VIDA DE ADÈLE. Fue la favorita desde el primer momento y acabó recibiendo la Palma de Oro. Su director es francés de origen árabe, Abdellatif Kechiche y curiosamente en el origen del proyecto está una novela gráfica, EL AZUL ES UN COLOR CÁLIDO de Julie Maroh.
Es una película hermosa pero francesa, muy francesa, con todo lo bueno y malo que ello conlleva. Para empezar el film dura tres horas, un metraje absolutamente exagerado a mi parecer para una historia que hubiera estado igual de bien algo más concentrada. Narra los primeros capítulos de la vida de Adéle (en el comic Clementine) con una primera parte que transcurre en el instituto y que peca de cierta intelectualidad. Esas clases de literatura super sofisticadas y esas charlas filosóficas en alumnos de 15 años cuesta creerlas en un aula española, la verdad… eso si en cuanto salen a la calle ya las charlas son típicas de adolescentes y reflejan muy bien la dificultad de esa etapa, sobre todo a partir de que los compañeros sospechan que Adéle tiene una historia con otra mujer.
La película exige todo y más de sus dos magníficas actrices. Muy magnética está Lea Seydoux, que recuerda muchísimo a una juvenil Jane Birkin con su look andrógino. A esta actriz la hemos visto en MALDITOS BASTARDOS, MISION IMPOSIBLE: PROTOCOLO FANTASMA o con Woody Allen en MEDIANOCHE EN PARIS.
El descubrimiento del film es para el público español la joven Adèle Exarchopoulos que es una conocida actriz en el país vecino desde que era niña y que lleva absolutamente la película sobre sus espaldas. Quizá con sus 20 años no resulta demasiado creíble como adolescente pero consigue que no podamos dejar de mirarla y de vivir con ella el descubrimiento de su sexualidad homosexual y su lanzamiento a fondo en una historia de amor como pocas veces ha narrado el cine.
Sus largas escenas de sexo entre dos mujeres son sin duda las más explícitas que se han visto en una película comercial y uno siente mucho pudor estando tan presente en unos actos tan íntimos vistos con un realismo tan vivo.
La última media hora es magnífica y demoledora, con unas escenas finales tan bien narradas que hace que uno salga del cine hecho polvo…está claro que de LA VIDA DE ADÈLE se va a seguir hablando a lo largo de mucho tiempo.
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