Cada vez que aparece el tema de la discapacidad y la paternidad/maternidad, en un porcentaje muy alto se piensa que las personas con discapacidad no son capaces de tener descendencia o de adoptar.
Es un hecho constatado que cuando una persona presenta una discapacidad física, el resto de las personas tienden a pensar que esa misma discapacidad también afecta a la sexualidad. Es como si de alguna manera, el hecho de que una persona carezca de visión completa, o de audición o incluso que sufra la parálisis o atrofia de las extremidades superiores y/o inferiores, implica que el deseo sexual se anule automáticamente.
Para empezar la sexualidad es un campo muy amplio, que abarca desde la afectividad hasta lasprácticas de contacto más íntimas. Hay que recordar que el órgano que rige los impulsos, los deseos, los afectos y las apetencias sexuales es el cerebro. Este órgano es el encargado de reconocer las informaciones que se mandan desde la piel, desde los músculos, desde cualquier rincón del cuerpo. Siempre se está acostumbrado a pensar que los actos sexuales son de una forma determinada, con unas caricias y juegos eróticos más o menos predefinidos en los que supuestamente interviene todo el cuerpo.
Si nos paramos a pensar, no siempre se realiza así. Existen técnicas en las que al vendar los ojos a tu pareja le privas de ese sentido y hay que estimular el cuerpo de otra manera. ¿Y qué pasa con las prácticas en las que se priva de movilidad parcial o cuasi-total a la pareja? ¿Es que no hay opciones para sentir placer en esas situaciones? Seguramente algunos las habéis practicado y habéis descubierto un nuevo mundo.
Ahora extrapolando esas sensaciones, esas experiencias hacia las personas con discapacidad física. ¿Verdad que es posible sentir, disfrutar y tener una sexualidad que llene completamente de placer?
De la misma manera que dichas personas son capaces de mantener una sexualidad plena, pueden plantarse la posibilidad de la maternidad/paternidad. En algunos casos y dependiendo de la discapacidad, el embarazo puede suponer asumir una serie de riesgos y de cuidados especiales; en otros casos, será el momento del cuidado de los niños el que puede parecer más complicado de asumir. En todos los casos que he conocido, ha primado el deseo de ser padres/madres y la discapacidad ha sido asumida por ambos miembros de la pareja, conscientes de la necesidad de una serie de ayudas suplementarias que ya les son necesarios en el día a día: escaleras, aseos adaptados, etc. Es más, la ayuda de otros familiares no ha sido tan necesaria como en un principio se puede suponer.
Y es que para empezar, cualquier madre de tipo estándar que haya tenido un embarazo, está en los primeros momentos después del parto, igual de necesitada de ayuda para algunas tareas: levantarse de la cama, sentarse, incorporarse, acudir al baño,…, situaciones que una madre con discapacidad física asume todos los días y que no le impiden realizar sus tareas cotidianas. Si hablamos de los cuidados de un bebé, todos los padres y más los primerizos tiene que ser enseñados y luego con el tiempo adquieren habilidades y trucos que les permiten manejar a sus retoños. Habilidades, por tanto, que las personas con discapacidad ya han aprendido a ejercitar en su vida.
Y alguno me dirá que para los niños puede ser chocante el descubrir que sus padres/madres no son fisicamente iguales a los demás adultos. Pero si esas personas reciben cariño, amor y protección, ¿qué importa que sus padres/madres posean alguna discapacidad?
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