En estos tiempos de recortes en el sistema educativo, la formación de los adolescentes y jóvenes es un tema que no se debería dejar tan solo en manos de los responsables políticos.
Es triste comprobar que después de tantas reformas y contrarreformas educativas, cada una con sus propias siglas e ideas políticas detrás, no se ha tenido casi nunca en cuenta la opinión de los maestros y profesores. Estas personas que están en el día a día con los niños y jóvenes, apenas son consultadas ante cualquier reforma que se imponga. Desde la época de la Transición y todo el período democrático posterior, al profesorado y a los padres y madres tan solo les ha tocado el papel de ejecutores o de meros espectadores ante los continuos tiras y aflojas del sistema político-educativo.
Se ha pasado de aulas abarrotadas en todos los niveles, a aulas en algunos centros casi desiertas. Se han transformado las universidades, adonde toda persona ha tenido la oportunidad de formarse en estudios superiores, a tratar de frenar esta situación pero sin reforzar el papel de las formación profesional y de las Enseñanzas de Oficios. Se han recortado temarios en asignaturas, se han modificado o semicubierto el expediente y la hoja de ruta en otras asignaturas. Aún así, en todos los casos se ha olvidado el papel tan fundamental que tienen los docentes.
Los docentes no son solo unos meros ejecutores o transmisores de unos conocimientos. También actúan como modelos de adultos en los que reflejarse y formarse. Por ello, no basta con una serie de cursillos o de seminarios en los que se muestran diferentes modelos a la hora de desarrollar el temario de una asignatura.
Hacen falta profesionales motivados, con clara vocación por la enseñanza y el mundo de la niñez y de la juventud. Personas con sensibilidad que recuerden que en sus manos está no solo la formación en conocimientos, sino quizás la más importante, la formación como ciudadanos de un país. Ciudadanos que sepan de sus Derechos y de sus Deberes, que sean respetuosos con la Ley y con las personas con las que conviven a diario.
Si todo esto falla, ¿qué importancia tendrá que tengamos la mayor tasa de ingenieros o de licenciados universitarios en Europa?
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