En su peluquería móvil, Project Q, Madin López asiente y comienza a trenzar extensiones. En su camioneta tipo caravana equipada con un gran espejo lumínico, una silla giratoria y una colección de brochas, tijeras y maquinillas de afeitar, Madin corta gratuitamente el cabello de jóvenes negros sin hogar en Los Ángeles que se consideran “no binarios” “ni demasiado hombre, ni demasiado mujer”.
Para los “queer” afroestadounidenses, encontrar un peluquero que sepa manejar su tipo de cabello y que los entienda es un desafío. Muchos se niegan a atender a alguien a quien no pueden entender o que no saben cómo hacerlo: “Alguien a quien perciben como una mujer (...) siempre quieren hacerle un corte más femenino, que haga bonita la cara”. Esto sin mencionar el costo prohibitivo para los jóvenes sin hogar de un corte sofisticado.
Madin, de 31 años, lo hace de forma gratuita para ayudar a estos jóvenes en los que también se reconoce. Los “queer” piden ser llamados por pronombres o artículos en plural para reflejar esta doble personalidad masculina y femenina.
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