Cuando haces pop… Éste era el sonido que producían las antiguas ampollas que contenían el Popper cuando eran estalladas para poder inhalar su contenido. Y así, de una onomatopeya, surge el nombre de una de las drogas más consumidas en el sexo por la comunidad gay.
Aunque el tiempo de las ampollas llegó a su fin, y ahora se sirve en pequeños frascos o botecitos cuyo tape se abre en el momento del consumo para volver a cerrarlo y evitar que los efluvios se pierdan en el aire (y si no, pregúntenle a los que se dejan el bote abierto y al día siguiente apenas queda una sombra de lo que fue). Este pequeño gesto (un bote que se extrae de un bolsillo, una tapa que se desenrosca, la nariz abriéndose al aroma) es, a veces, uno de los preliminares más comunes en las relaciones sexuales. Aquí te contamos todo sobre su origen, sus efectos y la forma en que se distribuye habitualmente en nuestro país.
Creado en 1852, el consumo de popper fue popularizado por el médico escocés Thomas Lauder Bruntonen 1867, aunque en su mente no estaba presente la idea de utilizarlo durante el sexo, y menos en el sexo gay (para algo estamos en el s. XIX). Su idea era buscar, básicamente, un remedio contra la angina de pecho. El Popper está compuesto por sustancias denominadas nitritos de alquilo, que producen un efecto vasodilatador de los músculos que rodean las venas y arterias. De este modo, al consumirlo, las arterias coronarias se abrían y se reducían las molestias y el dolor producidos por la angina de pecho. Sin embargo, el pequeño mareo que se produce tras su inhalación hizo que se buscase una alternativa a la sustancia y se desechase como tratamiento de la angina a partir de los años sesenta… Pero esto no terminó con su consumo.
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