¿Vas a ir hoy al gimnasio? Pues ahí te los vas a encontrar. Forman parte de la fauna de cualquier centro de entrenamiento, da lo mismo que estés en Lugo que en Almería. Para ser parte de una de estas tribus no hace falta firma un documento de ingreso, pero lo que está claro es que, una vez dentro no puedes cambiarte a otra. Existe un pacto de confianza que no se puede vulnerar.
Dícese de esos tipos de tamaño 2×2, aka armario empotrado, que verás siempre en la zona de peso libre y nunca en el resto de estancias del gimnasio. Tendrían que sentir que su vida está peligro para que alguien les convenciera a entrar en una clase colectiva o subirse a un aparato de cardio. ¿Estirar, ellos?, ¿por quién les tomas?. Su físico impone, sus musculitos marean, puede ser que sus bíceps sean como uno de tus muslos, normalmente son calvos o rapados, tienen venas por todas partes y sus camisetas dejan poco a la imaginación. Modo Dwayne Johnson (@therock), pero generalmente con cara de mosqueo.
No puedes pertenecer a este club si las rayas de tu camiseta no combinan con los cordones de tus zapatillas, que han tenido que costarte, por lo menos, 200 euros. Todo lo que lleves debe conjuntar entre sí y llevar muchos logos que se vean. A veces es ropa con la que no es fácil entrenar, pero no importa, porque en realidad entrenar tampoco es tan importante. Lo que realmente debes tener en cuenta es que sea de marca. Para tener un plus, tu pareja y tú podéis ir en colores engamados o incluso vestidos iguales. Si son chicas, es indispensable ir maquilladas y con un contorno 100D en adelante.
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