Del centenar de artículos que componen la propuesta legislativa que pretende abanderar la revolución inclusiva de los colectivos LGTBI*, solamente dos han conseguido captar el interés mediático. Desde Chrysallis observamos con sorpresa que sean, precisamente, aquellos que hacen referencia a las posibles necesidades sanitarias de la adolescencia trans, ya que la citada propuesta legislativa recoge algunas de nuestras reivindicaciones, pero no es, ni mucho menos, la respuesta a nuestras demandas. Las familias de Chrysallis apostamos desde el principio por una ley que aborde de forma transversal la realidad de las personas trans* y que dé soluciones específicas a todas las discriminaciones a las que se ven expuestas.
Sabemos que las circunstancias de especial vulnerabilidad del colectivo LGTBI+ tienen el mismo origen, la genitalidad y la ideología (de género) aplicada a ésta. Desde que, al nacer, o incluso antes, se nos clasifica en base a los genitales en hombres o mujeres –la intersexualidad se medicaliza para no nombrarla- y se da por hecho que vamos a ser personas heterosexuales. Es evidente que los genitales no determinan ni condicionan la orientación sexual como tampoco lo hacen con la identidad. Es absurdo pensar que una parte de la anatomía que no posee neuronas determine algo que solo nuestra conciencia es capaz de discernir.
Pero esta ideología (de género) que en la historia moderna ha pretendido adoctrinar en lo que tiene que ser, en lo correcto, en cómo actuar de forma adecuada según la genitalidad, ha tenido más éxito en las cuestiones de identidad, que en las cuestiones de orientación donde, no sin esfuerzo, se ha conseguido poner en evidencia la inconsistencia de la doctrina. Esto puede ser porque las cuestiones identitarias están presentes casi desde el nacimiento y duran toda la vida o porque el binarismo es la base misma sobre la que se asienta el sistema tal y como lo entienden, pero lo cierto es que han conseguido convertir a toda la sociedad en una policía del género dispuesta a hacer cumplir esas normas.
Las personas transexuales están aún en esa otra dimensión terrorífica donde se las patologiza, se les niega la identidad y todos sus derechos fundamentales. Y es partiendo de esas premisas desde donde se tiene que construir una legislación que de forma explícita equipare sus derechos a los del resto de la ciudadanía. Cuando desde el atril del privilegio, se tuerce el gesto para concluir que las demandas son inoportunas, se incurre en la desacertada postura de instalarse en la vanidad que alimenta la ignorancia. Cuando desde la justificación de las buenas intenciones, se nos dice que una legislación amplia del colectivo sirve como parche para las grandes carencias, se las sigue condenando a una ciudadanía de segunda.
Hace cinco años Chrysallis no existía, aunque la mayoría de nuestras hijas, hijos e hijes, ya estaban aquí, sin embargo, nadie parecía querer verles. En la actualidad sumamos más de quinientas cincuenta personas asociadas y la experiencia de otras muchas que nunca llegaron a asociarse. Crecemos y nos mantenemos firmes, porque no tenemos alternativa. El conocimiento de esta realidad nos condena a un activismo exigente, donde no valen medias tintas, donde nuestras hijas, hijos e hijes no son moneda de cambio, ni cuestionables, ni aplazables, sus necesidades son actuales, su realidad está vigente. Ahora quienes tiene que demostrar que están a la altura de esta ciudadanía son nuestras y nuestros dirigentes.
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26 de Septiembre de 2017 | Natalia Aventín. Chrysallis AFMT 0 6825
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