A mediados de la década del ’90, el Banco Mundial publicó un informe sobre el crecimiento de la población del mundo y los problemas para enfrentarlo. En ese entonces la población mundial había pasado los 5 mil millones de habitantes, lo que alarmó a los tecnócratas de los organismos multilaterales.
Cada minuto nacen entre 323 y 358 bebés en todo el mundo.
Esta explosión de la población mundial ya lo había advertido Thomas Malthus en su libro Ensayo sobre el principio de la población (Londres, 1798).
Todos los organismos multilaterales (FMI, BM, BID), a partir de esta evolución llegan a la conclusión de que para la “viabilidad del modelo”, la población mundial no debería pasar los dos mil millones de habitantes. Por lo tanto, desde la década de los `80 del siglo pasado vienen diseñando e implementando una serie de programas con el objetivo de impedir el crecimiento de la tasa de natalidad. Una de esas “genialidades” es la de promover y difundir la homosexualidad y el lesbianismo.
“Hoy a los niños –¡a los niños!–, en la escuela se les enseña esto: que el sexo cada uno lo puede elegir. ¿Y por qué enseñan esto? Porque los libros son de las personas e instituciones que te dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Esto es terrible”.
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