Para un fetichistadel pie, el erotismo arranca en el tobillo y no, no continúa en línea ascendente como indicaría la lógica del deseo, sino que se dirige hacia abajo. Allí le esperan 26 huesos, 33 articulaciones, un centenar de músculos y una inquietante malla de infinitas terminaciones nerviosas que tienen conexión directa e inmediata con los centros del placer del cerebro. No es necesario hablar de fetiche para saber que un masaje en ellos nos eleva a un estado de bienestar general y a unos niveles de excitación únicos.
Pero ¿dónde empieza el fetichismo? La definición es obvia. Fetichista es una persona, casi siempre hombre, que se siente atraída sexualmente por esta zona de la anatomía humana. Para un fetichista, la simple visión de un pieo de un zapato de tacón desencadena un proceso de sensaciones sexuales agradables y muy estimulantes.
Sin embargo, esta explicación no aclara demasiado. El cineasta Luis Buñuel, por ejemplo, sentía veneración por los pies, pero se enervaba cuando le llamaban fetichista. En muchas de sus películas asoma esa pasión por el tobillo, los dedos de los pies, las pantorrillas y los zapatos de tacón alto. En 'La edad de oro', la protagonista chupa el dedo gordo del pie de una estatua romana tratando de aliviar así la pérdida del hombre amado. En 'Diario de una camarera' el viejo muere abrazado a unos botines. Y en 'Viridiana', el zapato de su difunta esposa despierta el erotismo en don Jaime, quien también se excita con los pies de su sobrina. Aun así, en alguna ocasión confesó su repugnancia hacia los pies como perversión sexual e insistía en que la atracción era puramente intelectual.
Sea cosa del intelecto o del impulso, lo cierto es que la erótica del pie es compleja y admite muchos matices que se van desvelando a medida que esta devoción va saliendo del armario. En Brasil, Estados Unidos e Inglaterra, se han creado clubs privados que celebran las famosas fiestas Foot Fetish, con modelos contratadas para la ocasión y precios solo al alcance de algunos bolsillos. España ya cuenta también con su propio ateneo de fetichistas, que reúne a gente corriente con una marca común la adoración del pie.
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