Esteban se levantó temprano, antes de que el radio despertador sonara. Le encantaba despertarse al ritmo de Back to black. La melodía y la voz de Amy lograban que no se levantara de malhumor y eso ya de por sí era difícil. No había nada que le gustara menos que madrugar. Solía quedarse hasta muy tarde viendo por youtube los programas de CUARTO MILENIO. Siempre le había atraído todo lo relacionado con las llamadas ciencias ocultas, pero esa mañana no tuvo más remedio que levantarse temprano. El nunca se levantaba antes del mediodía. Que se le iba a hacer, tocaba madrugar ese día. La noche anterior puso el radio despertador como cuatro horas antes de lo acostumbrado. Por eso no le apetecía escuchar una canción como la de todos los días, la bellísima canción de su adorada Amy Winehouse. Por lo tanto no dejó que sonara el aparato. Le encantaba esa canción, pero no en un día como ese.
Había estudiado maquillaje y caracterización con la idea de entrar en alguna televisión o productora de cine. Le encantaba hacer caracterizaciones y se había imaginado en los premios Goya, al menos como nominado, pero estaba seguro de que si llegaba algún día hasta ahí, no sería para acabar como perdedor. Y de los Goya a Hollywood sólo había un paso. —“Total es gratis soñar.” —pensó Esteban.
Estaba muy nervioso, por eso no había podido dormir tranquilo. La entrevista de trabajo a la que iba le había mantenido en ese estado desde que le llamaron de la escuela de maquillaje para comunicarle que le habían recomendado para el puesto de maquillador. Gloria, su profesora y amiga le había explicado que era un buen trabajo, estable, bien pagado y que no tendría problema con los clientes a los que maquillar porque se dejaban hacer y no ponían pegas a nada.
—Te he recomendado a ti, Esteban, porque sé que le pones mucho amor a todo lo que haces y tienes mucha creatividad, mucha imaginación—le había dicho Gloria.
—Muchas gracias.— Esta mujer había sido su máximo apoyo en los últimos meses. Sin ella quizá no habría tenido fuerzas para salir adelante. Confiaba en ella y sabía que el trabajo al que le había recomendado seguro que era una buena oportunidad.
Antes de entrar a la entrevista se miró en el reflejo de un escaparate de una tienda junto a la entrada de las oficinas a las que se dirigía. Ensayó la mejor de sus sonrisas respiró hondo, se colocó un mechón del pelo que le caía sobre la frente y se dijo a sí mismo:
—«Al toro hay que cogerlo por los cuernos».
El hombre que le esperaba era un señor muy bien vestido, muy elegante. De mediana edad, debía tener alrededor de unos cuarenta y tantos. Un bigote espeso se dibujaba bajo su nariz.
Esteban llamó tímidamente con los nudillos en la puerta de madera de nogal con un rótulo que decía: Señor García, RR.HH.
—Adelante, pase.
—Buenos días. Vengo por la entrevista para el puesto de maquillador.
El bigote del señor García se arqueó y dibujó lo más parecido a una sonrisa, dejando aparecer unos dientes amarillos producto del consumo excesivo de tabaco.
—Siéntate.—dijo levantándose y dando un rodeo hasta situarse sentado en una esquina de la mesa de madera de nogal de su majestuoso despacho.—He leído tú curriculum y me parece interesante, además eres un muchacho muy guapo, muy atractivo—y alargó su mano derecha hasta acariciar la barbilla de Esteban.
—Bueno, usted tampoco está nada mal—respondió el joven mientras acercaba su mano también para acariciar el abultado paquete de la entrepierna del que sería su jefe.
—Veo que eres un joven muy listo. Si te portas bien puedes llegar muy lejos en esta empresa, sobre todo porque veo que estás exento de escrúpulos…—mientras se desabrochó la bragueta y acercó la cabeza del muchacho a su ya endurecido miembro.—Bien sabes que en la oficina del INEM hay un montón de chicos como tú esperando este trabajo…umm ahh ahh sigue, no pares…
Tras la entrevista Esteban fue admitido de inmediato en la empresa y con la promesa de su superior de que le iba a hacer la vida muy agradable. Que distinto sería en la práctica y, muy raro en él, ya que era muy inestable y aguantaba muy poco en los trabajos, se pasó dos años y medio lavando, adecentando, maquillando y en definitiva, dejando bellos cadáveres para bonitos recuerdos de los familiares, eso sin contar con tener que chuparle la poya al gilipoyas del jefe de RR.HH. Gracias a todo esto recibía muy buenas propinas que guardaba muy celosamente en una hucha de cerámica, un conejito azul, hueco por dentro y con una ranura en la cual introducía bien enrollados los billetitos de cinco euros que iba acumulando. Pero llegó un momento en que se cansó y pensó en largarse a un trabajo un poco más animado.
«Estoy hasta el coño de este trabajo, sólo me entran viejos y accidentados con las caras destrozadas. Por lo que me pagan, tengo que hacer de chica de la limpieza, de modista, de asistente personal y de muchas más cosas, entre ellas puta!. Estoy pensando en dejarlo. No me compensa, acabo agotado al final del día y encima no veo nada más que cosas tan desagradables que más de una vez he tenido que ir al baño a liberarme de las nauseas. Esto es un país tan viejo, tan viejo, tan viejo que sólo se mueren los viejos. No me gusta nada este trabajo, yo no quiero recomponer rostros destruidos por los putos accidentes de tráfico, no quiero cadáveres con la mitad del rostro de cera, no quiero coser miembros amputados, no quiero chuparle más la polla a García. Los cadáveres no hacen daño, no protestan, se dejan hacer, pero son un poco guarros. Hace dos días, uno se tiró un pedo, pero ¿cómo un cadáver puede ser tan hijo de puta que se tira un pedo cuando lo estás lavando…? Justo me dio en la cara. Le estaba lavando suavemente con una esponja y cuando le daba la vuelta para lavarlo por detrás, justo en ese momento me soltó un pedo apestoso, de esos silenciosos, que no hacen ruido pero que huelen…como huelen, por Dios.»
Esteban, estaba decidido a dejar ese necro-lugar, no podía más. Era cierto que el sueldo es bueno y los ratos de ocio muchos. Había veces que, desde que terminaba de asear al muerto, hasta que lo llevaban a la “Expo”, como él lo llamaba, podía pasar un día entero, o dos, dependiendo desde donde se tenían que desplazar los familiares más cercanos, esos que tenían que estampar su firma en un montón de hojas mal escritas a máquina para dar autorización a la exhumación del cadáver. Hay que ver lo bien que suena esta palabra y el mal significado que tiene la muy cabrona.
Y que haya países y lugares que encima hagan una fiesta de la muerte…no me lo puedo creer. En México, por ejemplo, hacen una celebración del día de los muertos en la que a la gente les gusta pintarse la cara en forma de calavera. En España, en la antigua España, bueno, no tan antigua, pongamos de treinta o cuarenta años atrás, se celebraba el día de los difuntos encendiendo velas y palmatorias. Se dejaban toda la noche encendida. Hay que joderse con los riesgos de incendio que conlleva eso. Pero claro, como en muchos pueblos de nuestra querida España las casas eran de adobe y no había nada que pudiera arder…
Estaba decidido, dejaría inmediatamente ese trabajo ingrato, era joven y tenía por delante muchos años para disfrutar la vida, no quería seguir viviendo entre muertos. Y no quería chuparle más la polla a García, tal vez fuera este el verdadero motivo y no los muertos que a fin de cuentas no le molestaban…
Cuando Esteban se encaminaba a pedir la cuenta a su jefe para marcharse de ese apestoso lugar según él, lo que vio le heló la sangre en las venas. No podía dar crédito a sus ojos. Una mano colgaba dejando ver un tatuaje en forma de murciélago. Era él, no, no podía ser él, Imposible que fuera era él… el cadáver que pasaba delante de sus narices. No, seguro que era una alucinación producida por el consumo de antidepresivos a los que se había acostumbrado para soportar el horrendo trabajo en el que se hallaba sumergido. Y todo gracias a su amiga del alma, Gloria. ¡Que hija de la gran puta! Su recomendación había sido producto de su venganza por haberse follado a su marido…
—Esto es para ti, Esteban—le dijo un compañero que empujaba una camilla con un cadáver.—recién llegadito. No sabemos si lo reclamará alguien. De momento no se sabe nada de ningún familiar, puedes tomarte todo el tiempo que quieras.
No le dio tiempo a reaccionar, pero su juró a sí mismo que sería el último. Levantó la sábana que cubría el rostro del finado y se dio cuenta que tenía los ojos abiertos, por Júpiter, hasta parecían estar mirándole. Eran los hermosos ojos grises que le habían seducido en Black and White. El mismo cabrón al que llevó a su apartamento en la calle Valverde. ¿El mismo que después de follarlo casi durante casi dos horas sin descanso y que le había dejado el ojete reventado, después de haberle mordido el cuello por la espalda? El mismo que se fue sin decir adiós? El mismo que le prometió amarlo para siempre? Ese que le dijo entre susurros que se había enamorado locamente y que quería pasar su eternidad con él?...Ese hijo de la grandísima puta que le destrozó el corazón en media hora?
Era imposible que fuera el mismo. Cuando estuvo con él era todo vitalidad, energía, fuerza y pasión. Se reunían en un solo ser lo que tantas veces había soñado.
La sorpresa fue tan grande que el corazón le dio un vuelco y un calor infernal subió por sus mejillas hasta sus sienes, provocándole un mareo que casi le hace desmallarse. Se agarró a la camilla y disimilando como pudo se hizo cargo de ella y la llevó a la aséptica sala donde se aseaba y arreglaban los muertos, con reconstrucciones de las partes más visibles que se expondrían y de algunos miembros amputados. La técnica siempre era la misma, reconstruir en el caso de desfiguraciones, los rostros de los difuntos ajustándose a la realidad de lo que tenían o de las fotos que aportaban sus familiares. En este preciso caso no hacía falta, el cadáver era bien conocido suyo.
Ese muchacho de los ojos grises. No podía olvidar esos hermosos ojos, esa profunda mirada.
El sonido de las puertas de vaivén metálicas le despertaron de su ensimismamiento. Contempló la sala vacía y fría como siempre. La temperatura era muy baja ahí. Llevó la camilla hacia la zona de limpieza y muy despacio fue desnudando al muchacho, a su muchacho de los ojos grises. Mientras lo hacía lloró como no lloraba desde mucho tiempo atrás. Sus gruesas lágrimas sirvieron para lavar el cadáver de su enamorado.
Cuando lo desnudó del todo contempló ese hermoso cuerpo que hacía tampoco tiempo que acarició y gozó. Buscó el informe de la muerte, pero no lo encontró por ningún sitio. Debía hacer muy poco que había fallecido pues aún lo notaba un poco caliente. Le tocó la frente y le alisó el pelo. Fue lo primero que hizo, peinarlo con mucho tacto, casi con amor. Le encantaba el sedoso tacto de sus cabellos dorados. Se inclinó sobre él para apartarle un poco de pelo de la frente y …no pudo evitar besarlo. Primero con miedo, muy suavemente, una vez, dos y a la tercera perdió el sentido y le entreabrió los labios con la lengua…Se retiró de un salto hacia atrás asustado al darse cuenta de lo que estaba haciendo. No podía ser. Eso era algo monstruoso. Pero en su mente cada vez había más confusión, el deseo le seguía martirizando mientras su conciencia le decía que lo que estaba buscando hacer no estaba nada bien. Las venas de las sienes se le hincharon y notó su sangre golpearle en la cabeza. El corazón se le desbocaba y lo peor de todo fue la dura erección que sintió.
—Maldito cabrón!!! Ni muerto me dejas de gustar. Ni muerto te voy a dejar como me dejaste tú, con el alma rota.
Se desnudó y se subió a la camilla encima del muchacho. La locura se apoderó de Esteban y le hizo el amor con mucha pasión con mucha rabia. Perdiendo todo miedo, se dejó llevar y lo besó, lo acarició con fuerza, restregando su endurecido pene contra el cuerpo del muerto. Intentó meterse la polla en la boca, pero no le gustó la flacidez. Se bajó y arrastró el cuerpo hacia él para situar el hermoso trasero del rubio muchacho, primero intentó penetrarlo despacio pero necesitaba lubricarse y escupió en su mano un gargajo verde y espeso con el que cubrió la cabeza del glande. Así resultaba más placentero. Le folló y folló hasta correrse dentro y al hacerlo fue una explosión de lefa que escapaba del recto del muchacho para extenderse sobre el pulido suelo. Esteban pisó sobre su propio semen cayendo hacia atrás y llevándose con él el abrazado cuerpo del muerto. Al caer se golpeó duramente la cabeza sobre un martillo de hierro que había en el suelo. Lo último que vio fue la cara sonriente del muchacho con los ojos grises muy abiertos.
Al día siguiente apareció la siguiente noticia en los periódicos:
«ENCUENTRAN A UN TRABAJADOR DE UNA FUNERARIA LOCAL DESNUDO Y MUERTO EN EL SUELO DEL CUARTO DE ASEO DE LOS CADÁVERES. ERA EL ENCARGADO DE EMBELLECER Y PREPARAR LOS FINADOS PARA EL DUELO. LA POLICÍA INVESTIGA EL SUCESO. EN EL MOMENTO DE LO OCURRIDO, EL CUARTO SE ENCONTRABA VACÍO.»
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EL MAQUILLADOR DE MUERTOS
“El muchacho de los ojos grises III”
Portada de David Martín Surroca
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Por Juan Dresán
© 27 de Agosto de 2014
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RELATOS DE LA SERIE
1—“El muchacho de los ojos grises”
2—“GAY night club”
4—“Corpus Christy sangriento”
3—“El maquillador de muertos”
5—“Una muerte de diseño”
6—“Profanadores de tumbas”
7—“Scary Carnival”
8—“Muerte blanca”
9—“Snuff”
10—“Amanecer en Lisboa”
EN CREACIÓN
11—“Bacanal en Sitges”
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DEDICATORIA
Este capítulo se lo dedico a mi amigo David Martín, más conocido como Mundo Lumpen. Como diseñador gráfico se encarga de las portadas de esta serie llamada “EL MUCHACHO DE LOS OJOS GRISES”.
Me gusta mucho su trabajo y agradezco también mucho su paciencia conmigo.
Para conocer más obras de Juan Dresán, pinchad directamente aquí.
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