Relacionarse con los demás, no es la tarea más sencilla del mundo. Pero parece que últimamente, el hecho de encontrar pareja en determinados ambientes, se ha convertido en una tarea poco menos que imposible.
Si bien es cierto que, como reza el dicho los mejores ya están comprometidos, hay que negarse a creer que el resto, estén afectados de este estigma que les impide tener una relación de convivencia normal con otro hombre, miedo que en algunos casos, se ha visto acrecentado a raíz de la existencia de una ley del matrimonio que permite atarlos, de por vida (o hasta que el divorcio os separe) al supuesto ser amado.
Parece que por ley de vida, nuestra evolución se divide en fases. Primero vivimos en una fase familiar, donde nuestros padres y hermanos, junto con los abuelos, primos o tíos, más cercanos, forman nuestro entorno habitual.
Luego y durante la adolescencia, formamos grupos o pandillas de amigos que constituyen nuestro círculo de relaciones. Más tarde, se espera de nosotros que encontremos una pareja, más o menos estable (porque tesoros, el amor no es eterno).
Y aquí es donde empiezan nuestros verdaderos problemas. Unidos a la dificultad de encontrar nuestra media naranja (o pomelo, o piña tropical, que cualquier símil sirve), está la aparición de una considerable cantidad de gente que no está preparada, bien sea porque no quiere o porque no puede, para afrontar un compromiso, con toda la suerte de ventajas, a la par de responsabilidades que ello conlleva.
Y si bien es cierto que así no hay manera de encontrar un novio en condiciones, muchas son las causas a las que obedece este miedo a lo que se llama popularmente sentar cabeza.
Para leer el largo e interesante artículo publicado en la página web gaybarcelona.net, pinchad aquí.
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