El ritmo de vida actual, la falta de tiempo, cómo entendemos las nuevas relaciones sociales, Internet, las aplicaciones móviles de contactos. Un coctel cuyo resultado fomenta cada vez más el llamado sexo exprés.
Un factor a tener en cuenta en esta tendencia son las web de contactos. Nacieron en Internet y se usaban desde el ordenador de casa, o del trabajo. Tan solo era necesario crear un perfil, subir unas fotos y sumergirte en la red a la caza de un chulo. Prometían lo que cumplían, sexo rápido y fácil, pero también sorpresas, y no siempre de las buenas.
Después llegaron sus herederas, las apps de contactos. Más fáciles de manejar, más intuitivas, capaces de localizar a los hombres más cercanos y darnos su posición exacta. Tan fácil como descargar la aplicación en tu móvil y activarla en el momento y lugar en el que tengas ganas.
De este modo llegó lo que se conoce como “echar un polvo rápido”. No es que lo inventaran las web o apps de contactos, el sexo de “aquí te pillo aquí te mato” existe desde que el hombre es hombre, pero estas sí potenciaron el consumo de este sexo fast food, tan indigesto como sugestivo.
Cuando no existían estas aplicaciones, ya el viejo mundo gay se tuvo que inventar otras herramientas menos tecnológicas. Un colectivo LGTB que era clandestino no encontró otra opción que crear el cruising o como decimos en España el “cancaneo”, y allí, como no, también primaba el sexo rápido.
Un sexo exprés que ha calado con fuerza en la sociedad moderna y cuyos encuentros desprenden ciertas ventajas e inconvenientes.
Cuando los psicólogos Eric Corty y Jenay Guardiani, de la Universidad Estatal de Pensilvania, preguntaron a un grupo de colegas, terapeutas matrimoniales y médicos por los tiempos empleados por sus pacientes para sus relaciones sexuales, la conclusión fue que el buen sexo, digan lo que digan, no dura más de 13 minutos (tiempo empleado solo en la penetración, independiente de los juegos eróticos y estimulaciones previas).
Para ser exactos, desde el inicio de la penetración hasta la eyaculación, entre 7 y 13 minutos sería el rango de tiempo suficiente para lograr lo que conocemos como “echar un buen polvo”. Pasado ese tiempo se corre el riesgo de que se produzca una desgana y bajada de libido que convierta el sexo en una mera mecánica para alcanzar el orgasmo y acabar cuanto antes con esa situación.
¿Entonces es cierto: lo bueno, si es breve, dos veces bueno? Según Lara Castro, psicóloga y sexóloga en el Institut Gomà, lo aconsejable es olvidarse del reloj.
“Dentro del menú tan variado que nos ofrece la sexualidad, los encuentros rápidos y espontáneos son una forma más de disfrute. No es que se trate de elegir entre solo sexo rápido o solo sexo lento, sino que en la variedad está el gusto. El sexo rápido no desmerece la sexualidad cocinada a fuego lento, aconsejada para compensar de alguna manera el modelo habitual de sexualidad, centrada siempre en los genitales y en un coito rápido y sin ningún tipo de juego erótico. La clave está en que cada pareja decida el tipo de encuentro que desea”. En definitiva, todos hemos echado un polvo exprés que nos ha dejado alucinados, no desmerezcamos pues el sexo rápido.
El “Aquí te pillo aquí te mato”, ese chispazo en el ascensor, ese parking oscuro cuando cogíamos el coche de vuelta a casa, esas caricias a escondidas en el parque, ese encontronazo en el sofá mientras veíamos una pelí. Son los momentos, que en definitiva, dan vidilla a nuestra vida sexual.
Este tipo de encuentros sexuales imprevistos son síntoma, según Castro, de la excelente disposición sexual, tanto física como mental, de una persona.
De esta innovación, de lo prohibido, de lo que está por venir, de lo rápido y clandestino, de la falta de compromiso, de todas estas estimulaciones bebe el sexo fast food, y es por eso también que las aplicaciones gais son usadas cada día. Castro indica que el juego está sucediendo previamente en la mente y en la imaginación de cada uno de los amantes como anticipación al sexo rápido, nos dejamos llevar por lo instintivo, convertimos el sexo en placer y empezamos a comportarnos como lo que somos, animales.
Aunque la fama la tengamos los hombres homosexuales, allí están ellas. Estadísticas demuestran que las mujeres disfrutan más de este fat food del sexo. Las app de contactos para lesbianas cada vez son más y con más usuarios. Esto según Castro deriva de que la mujer se excita más por las fantasías que se producen en su cerebro que por el propio encuentro sexual.
En cuanto a los hombres gais, suelen responder más a encuentros para satisfacer sus necesidades sexuales.
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