'The Black Mark' es mucho más que un documental fotográfico. Habla de la escena homosexual en el metal extremo y supone rizar el rizo, en parte, de lo endogámico. Habla de una minoría dentro de una minoría. Comprueba cómo se desarrolla, cómo crece y cómo se mueve. Para su autor, Aitor Saraiba (Talavera de la Reina, 1983) –más conocido en el plano del dibujo–, es además una búsqueda de identidad, un encontrarse en el aquí y en el ahora. Para el que lo contempla ajeno, un descubrimiento en forma de proyecto antropológico.
En total, 51 imágenes elegidas entre más de 500 que pueden visitarse en la Twin Gallery de Madrid, en el marco de PhotoEspaña, hasta el 11 de julio. También algunas esculturas de cerámica basadas en las fotos, tres lienzos y un libro que se editará a partir de todo el material. Es el resultado de tres años de trabajo y diferentes viajes por Noruega, Portugal, Francia e Inglaterra. Todo en analógico y en blanco y negro. Atemporal. Muy hilado estéticamente. Con mucho poder.
Saraiba quería reflejar otra realidad, otro perfil frente a los miles y miles que existen, y hacer también una crítica al ‘hombre homosexual establecido’, “al que sale en televisión como Jesús Vázquez o Boris Izaguirre, que tienen todo mi respeto, pero que son un tipo de gente con la que nunca me sentí identificado”, explica.
No se siente fuera del ambiente gay. Ha creado su entorno. No sale por Chueca, ni compra las marcas que se supone que debería comprar. Tampoco escucha a Madonna. Sus tíos eran los heavys del barrio y creció escuchando metal. De pequeño quería ser como el cantante de Metallica, ir lleno de tatuajes, de pendientes y llevar camisetas con calaveras. Reconoce que faltan espejos y referentes.
“La gente joven necesita más. El mundo homosexual que te presentan, el de las masas, es sólo uno y creo que este proyecto puede abrir el debate sobre cuántos prismas desconocemos sobre la homosexualidad”.
The Black Mark puede dividirse en dos tipos de fotos, uno más de paisaje, del festival en sí, y otro más de retratos en primera persona. Todos hombres, metaleros, homosexuales. Cada instantánea está muy medida y por ello el proyecto ha exigido muchas horas, ir a un sitio y que no salga ninguna foto, ir a otro y que tampoco. “Es un trabajo que tiene algo de monje, de buscar y de esperar”.
Con él, el artista quería reivindicar el formato analógico y demostrar cómo todavía hoy se puede hacer algo con poco. Le encanta Instagram, y hasta se declara un adicto, pero cree que no debemos olvidar que hay otros formatos. Tenía que ser, además, en blanco y negro, como en blanco y negro son las portadas de los discos de estos grupos y también sus camisetas: “Todo es de estos colores porque no hay dinero, se hace barato y fotocopiado y así se crea una estética de lo roto, de lo viejo, de lo cutre y de lo que no importa que es inmortal. La foto en blanco y negro es atemporal y algunas parece que son de hace 20 años”.
Para leer el interesantísimo artículo publicado por la página web hoyesarte.com, pinchad aquí.
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