Los Campamentos de "conversión", así se llama a unas verdaderas cárceles del horror, en el cual mucha gente homosexual es 'encerrada' con el fín último de reconvertirlos a la heterosexualidad, con el pensamiento estúpido de que esto es posible.
Y ahora ha sido Sam Brinto, el Portavoz del Centro Nacional para los Derechos de Lesbianas en EE.UU. quien ha contado su experiencia en uno de estos terribles 'centros'.
Según cuenta Sam, a los once años se sintió atraido por un compañero de clase. Se enamoró perdidamente y a partir de ahí, al no haber hablado nunca con sus padres sobre "sexualidad" y estar criado en un ambiente cristiano 'particular', empezaron los problemas.
Cuando su familia se enteró, buscaron ayuda médica, y acabó en un "centro de terapia de conversión", igual que uno de cada tres adolescentes homosexuales en los Estados Unidos, según algunas investigaciones.
“Durante mis primeras semanas de terapia se me dijo que todos los gais de la tierra habían sido ejecutados. Al término de los 'tratamientos' creía que el gobierno me estaba buscando porque los gais habían traído el virus del SIDA a Estados Unidos y que yo tenía la enfermedad”.
Luego le hicieron preguntas acerca de su “sobreprotectora madre” y su “padre ausente”. Ellos asumieron que era gay debido a que su madre controladora y su padre ausente lo habían confundido y traumatizado irreparablemente sus genitales. Solo que la madre de Sam no era particularmente sobreprotectora, y su padre siempre estaba presente. De hecho, no pudieron encontrar ningún trauma para culpar por su homosexualidad.
“Mis manos fueron atadas y me ponían hielo en ellas mientras me mostraban fotografías de hombres. Luego las sesiones incluían bobinas de cobre caliente, agujas en mis dedos y electroshocks”, todo esto mientras le mostraban pornografía gay. Luego quitaban las bobinas de cobre caliente y les mostraban imágenes de hombres y mujeres dándose la mano.
“Nunca se me mostró pornografía heterosexual, solo atracción heterosexual”, añade. “Solo debía asociar el tocar a un hombre con dolor”. La tortura no hizo que Sam deje de ser homosexual, solo lo aterrorizó sobre el sexo, la intimidad y la cercanía con los humanos. “Al final, hasta abrazar a mi padre me traía flashbacks”.
En el 2011, la cadena CNN sacó un reportaje de investigación sobre cómo estas experimentaciones y terapias en chicos para “corregir” su orientación sexual, son un terrible detonante para suicidios y otros aspectos negativos en la vida de los pacientes.
Sam intentó suicidarse en varias ocasiones durante el tratamiento. “En un intento, subí al techo del edificio y miré abajo. En ese momento decidí que antes que saltar, prefería mentir y decir a todos que me había vuelto hetero. Por un tiempo, la tortura se detuvo y mi vida volvió a tener algo de normalidad”.
Sam se acostumbró tanto a reprimir su verdadera orientación sexual, que incluso cuando intentaba ser él, no sabía exactamente cómo actuar. Cuando llegó a la universidad y se encontró con una comunidad gay, inmediatamente se convirtió en “una bola de puro brillo”. Se convirtió en una figura al estilo de Freddy Mercury en el escenario, porque vio a un gran grupo de homosexuales orgullosos y pensó que esa era la forma correcta de actuar.
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