Ya estamos inmersos en Navidad, esa festividad que el mundo cristiano emplea para recordar la supuesta fecha del nacimiento de Jesús, y que en realidad es una burda apropiación por parte de los primeros cristianos de una festividad más antigua en la que se rendía culto al Sol.
Pero sin entrar ahora en detalles más o menos históricos, ni excesivamente teológicos, no he podido por menos que recordar el entorno socio-familiar en el que se produjo ese nacimiento. No voy a entrar en la situación histórico-política de esa zona, pero sí voy a centrarme en las figuras que según los Evangelios Canónicos y los Evangelios Apócrifos han trazado de la familia de Jesús. En ellos, aparece la figura de un varón, que sin haber tenido parte ni haber sido consultado, se encuentra con la presencia de una muchacha en su vida.
Este varón, según los evangelios Apócrifos, era un anciano relacionado con el Templo de Jerusalén (y de ahí todas las imágenes y figuritas navideñas que lo representan como una persona de avanzada edad), mientras que en los Evangelios Canónicos apenas se dan datos de este hombre.
Si seguimos leyendo en ambas fuentes, la figura de la mujer coincide en la de ser una muchacha, no excesivamente mayor, y que de alguna manera tenía una fuerte espiritualidad, y que según los Evangelios Apócrifos se dedicaba a estar cerca del Templo aunque sin poder realizar grandes tareas, ya que éstas estaban reservadas los varones.
Es sobre esta muchacha sobre la que gira la revelación que recibe y que le anuncia que gracias al Espíritu de Dios será la madre de un varón llamado a realizar grandes cambios en la humanidad. Ella acepta esta noticia, con dudas acerca de cómo podría ser aquello, y hete aquí, que con muchos siglos de adelanto, aparece la inseminación artificial.
Pero claro, hablamos de una sociedad donde ser madre soltera no está bien visto (como hasta hace pocas décadas en España o incluso en la actualidad en otras latitudes, de las que incluso son culpables y castigadas con la muerte), con lo que se organiza un matrimonio, un tanto de conveniencia si atendemos a los Apócrifos, o bien, con cierto disgusto por parte del varón si leemos la versión de los Canónicos.
Si lo que hasta ahora he escrito, se aleja bastante del modelo tradicional de noviazgo con el que durante muchos años han intentado adoctrinar a la sociedad ciertos representantes religiosos, y por supuesto, con el consiguiente modelo familiar de un padre ejerciendo de cabeza de familia omnipotente y una mujer e hijos sometidos, ¿cómo se les ocurre decir, a estos representantes religiosos, que las familias LGTB son una situación anómala cuando su propio Salvador se crió en una familia no tan ortodoxa como se hubiera requerido?
Fotografía por silvitablanco.com.ar
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