Las Cataratas del Iguazú son Patrimonio de la Humanidad desde 1984 y una de las 7 maravillas naturales del mundo (junto con Bahia de Halong en Vietnam, Montaña de la Mesa en Sudáfrica, Isla Jesu en Corea del Sur, Isla Komodo en Indonesia, Río Subterráneo de Puerto Princesa en Filipinas y la Amazonía en Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia, Guayana, Guayana Francesa y Surinam).
Es una de las formaciones geológicas más asombrosas del planeta, imprescindible visitarlas para admirar y sentir la fuerza salvaje de la Naturaleza……pero nunca después de venir de un largo viaje por Patagonia donde apenas me he cruzado con seres humanos.
Quizás no haya sido una buena idea visitar las Cataratas de Iguazú.
Desde que he llegado me siento muy susceptible y sensible, la simple presencia de personas me resultaba hiriente, me molesta en exceso cualquier cosa que invada alguno de mis sentidos….por lo que he estado muy reflexivo/incisivo y he tenido pensamientos radicales que, quizás, en otras ocasiones no se hubieran dado.
El nombre Iguazú procede de las palabras guaranís Y y Guasú, que significan gran cantidad de agua. Las descubrió en 1542 Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, explorador gaditano en una expedición desde el Atlántico a Asunción del Paraguay. En un principio las llamó “Saltos de Santa María” pero con el tiempo se adoptó el nombre original en guaraní.
Las cataratas están ubicadas sobre el río Iguazú (afluente del Paraná, uno de los más importantes de Sudamérica después del Amazonas) en la frontera entre Argentina y Brasil y tienen un total de 275 saltos de agua de los cuales casi el 80% están en territorio argentino y el resto en Brasil.
La parte de Argentina está dentro del Parque Nacional de Iguazú de 55.000 hectáreas y la parte brasileña del Parque Nacional do Iguaçu con 170.000 hectáreas, lo que da un total de 225.00 hectáreas!!! de Selva Paranaense protegida, una de las reservas de bosque atlántico mas importante del mundo.
Se dice que quien quiera ver las cataratas en versión panorámica debe visitarlas desde Brasil y quien quiera sentirlas tiene que hacerlo desde Argentina. Yo, como últimamente estoy más profundo, elegí la parte Argentina y dejé para la siguiente ocasión la vista desde Brasil.
La formación de las cataratas se debe al gran desnivel que hay entre el río Iguazú superior y el inferior formado por una falla en forma de U de casi 3 kilómetros, por donde el agua se lanza al vacío desde cientos de puntos formando una neblina permanente de microgotas de agua que de lejos parecen humo denso.
A la llegada al parque estaba un poco desorientado (una especie de jet lag climáticoA por el camión de Iguazu difícil de explicar), apenas información, mala señalización y de repente una chica muy amable se presta a informarme. Era de la empresa Iguazú Jungle, los únicos autorizados a vender excursiones náuticas dentro del Parque.
Acabé por comprarle el “pasaporte verde” una especie de pase que te permite realizar todas las actividades que se pueden hacer en la zona Argentina.
En unos 45 minutos salía la primera actividad, un recorrido en camión descapotable por la zona de selva hasta llegar a un embarcadero a unos 5 kilómetros río abajo de las cataratas.
Mientras esperaba decidí a ir al centro de interpretación y saciar mi ansia de saber: cómo se formaron las cataratas, por qué, la diversidad de fauna y flora, los guaranies y su relación con la selva… pero solo encontré una sala con paneles pobres y viejos, fotos con explicaciones básicas y 3 personas que ni siquiera levantaron sus ojos del facebook para saludar al único que había entrado en la sala en mucho tiempo. De repente siento que el parque es la vulgarización y masificación salvaje de un espacio natural. Y entonces me crucé, me exasperé, me enfadé con los 3 que estaban allí y no me dieron la bienvenida ni se prestaron a explicarme nada, con el calor, con la lluvia que empezó a empaparme, con los mosquitos, con toda la gente con quien me cruzaba, con el 21 de diciembre y el fin de los tiempos y con el mundo en general.
Subí a un camión descapotable donde empezábamos el tour con 3 personas y apunto de salir, llega un grupo de norteamericanos chillones de los que visitan un parque natural creyendo que están en Jurassic Park, sin ningún respeto por la Naturaleza ni los animales y soltando chillidos hirientes que me hacen recordar y añorar con resignación la paz de Patagonia.
El paseo en camión es una tomadura de pelo y las explicaciones de la guía básicas y orientadas al grupo de americanos unicelulares. Lo bueno que tiene es que es la única manera de llegar al embarcadero de Macuco desde donde salen las lanchas rápidas que llegan allá donde las cataratas aterrizan en el Iguazú inferior.
La lancha va a toda velocidad río arriba haciendo eses para que el grupo de americanos pegue los grititos de rigor y suban los brazos al más puro estilo parque de atracciones.
Y de repente….dejé de oírles, me embargó un escalofrío y el solo de oboe de la banda sonora de Ennio Morricone para la película “la Misión” empezó a sonar en mi cabeza…y no se apagó hasta que salí del Parque….lagrimas de emoción mezcladas con agua de lluvia.
Me sentí ínfimo, ridículo, empequeñecido cuando de repente vi el agua desparramándose por todos lados, cientos de cascadas, un sonido ensordecedor solo superado por millones de chicharras, toda la zona cubierta de un espeso vapor de agua y cientos de pájaros negros sobrevolando la zona….fue mágico, un momento que jamás en mi vida podré olvidar.
La lancha pasó por debajo de las cataratas un par de veces para que nos mojáramos e intentar vendernos el video habitual en estos casos, pero yo ya no estaba para nada, no escuchaba a nadie, solo quería bajar, caminar y verlas desde todos los ángulos posibles, solo, a mi ritmo.
Al entrar me informaron que la isla de San Martín estaba cerrada por el nivel de agua, pero al acabar el paseo con la lancha me dicen que la acababan de abrir, así que un pequeño bote me lleva hasta la otra orilla…y durante una hora…durante sesenta largos minutos… tuve toda la isla solo para mi. Fue mi momento mágico, mi encuentro con Iguazú, un momento de reflexión, introspección y reconciliación con el mundo.
La isla de San Martín es un pequeño pedazo de tierra que separa la falla en dos.
Desde uno de los lados aparece rugiente el Salto de San Martín, famoso por ser el que utilizó Martin Scorcesse en la la Misión al dejar caer un gran crucifico de madera. Allí estuve más de media hora inmóvil, mojándome con el spray de agua y sintiéndome ridículo ante la fuerza de la Naturaleza.
Al llegar gente a la isla decidí visitar la parte mas masificada del parque y caminé lentamente por el paseo inferior, con pasarelas de madera y escaleras talladas en la roca desde donde se aprecia la parte baja de las cascadas y puedes notar como una tremenda cantidad de agua sin fin se te viene encima.
Al empezar a diluviar de nuevo, fui a visitar la parte más espectacular, la Garganta del Diablo, la cascada que hace frontera entre Brasil y Argentina. Para llegar allí hay que caminar hasta la estación Cataratas y coger un trenecito por la selva hasta la estación Garganta. Desde allí una pasarela de un kilómetro sobre el río Iguazú te acerca hasta la caída más visitada, la más fotografiada, la más alta, la más salvaje. Me sorprende muchísimo la quietud de las aguas hasta escasos metros antes de despeñarse 80 metros de altura. Es como si hubiera una especie de agujero negro que se tragara, de repente, todo el caudal sin alterar la placentera corriente del río.
Después de más de una hora mojándome hice la última parte del pasaporte verde, el Paseo Ecológico. Es un paseo en balsa neumática a remo por el Iguazú superior adentrándose en la zona de selva donde los árboles están llenos de pájaros de colores exóticos, las ramas y lianas se hunden en el agua, los caimanes se apartan al pasar la barca y donde se puede escuchar el fascinante sonido de la selva, lejos de las hordas de visitantes. Es inquietante desplazarte silenciosamente sobre las aguas que caen al vacío a menos de 100 metros de ti.
Al final de la visita el sol empieza a salir, por fin, después de varias tormentas tropicales que me habían dejado empapado durante todo el día y decido realizar el último paseo, el Superior, por la zona lateral de las cascadas y desde donde se tiene una panorámica impresionante del salto de San Martín y alrededores, enmarcado por un precioso arco iris que ha salido a mi llegada.
Regreso al hotel extenuado, sonriente, satisfecho, feliz y afortunado. Pronto volveré para visita la parte brasileña.
03-02-2015 | nosgustas.com
Conozco la Cataratas de Niagara muero por conocer las Cataratas de Iguazu se que son impresionantes y muy exóticas
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